8. Siempre
¿Qué pasa, niñoooo?:
Te escribo este relato de agradecimiento, de amor y de amistad porque te lo mereces, tú, el mejor amigo del mundo mundial.
Te escribo este relato de agradecimiento, de amor y de amistad porque te lo mereces, tú, el mejor amigo del mundo mundial.
Para mí es un relato casi de
amor porque el amor es ¡tan amplio y tan infinito…!
Te admiro por cómo eres, por
cómo asumes la vida, disfrutándola, riéndola, absorbiéndola, estrujando cada
segundo, cada instante, cada momento.
No te puedo definir como “mi otro yo” en
masculino ni como mi alma gemela porque, realmente, no nos parecemos en nada.
Tampoco podría calificar que te quiero como a un hermano porque no te pareces
en absoluto al mío. Simplemente, eres el amigo perfecto, la persona que Dios ha
creado para mí. Eres mi Robert Redford particular. Me recuerdas este actor en
Memorias de África, en concreto la escena en que Robert Redford y Meryl Streep
están hablando acerca del matrimonio junto a una fogata nocturna. Se trata de
una conversación como las que manteníamos. No por el contenido del diálogo de
la película, sino por el tipo de conversación, directa, sin rodeos y plena de
sinceridad.
La canción Love is all around de Wet, Wet, Wet, me
recuerda a ti. Estábamos en
un bar decorado en su mayoría con madera. Sonaba esta canción. Yo estaba
sentada a la mesa mientras tú te acercaste a la barra a pedir las bebidas; una
Coca-Cola y una cerveza. Regresaste a la mesa para preguntarme si quería algo
de comer porque te ibas a tomar un bocata. Yo me pedí uno de atún con tomate. Te
acercaste de nuevo a la barra. Yo te observaba. Te encontré muy guapo con unos
vaqueros negros y un jersey de lana marrón. De las pocas veces que te veía en
manga larga. Yo canturreaba al son de la canción. Cuando regresaste a la mesa,
me preguntaste: “¿Te la sabes?”. Yo contesté: “Sí, y lo que no me sé, me lo
invento”. Me sonreíste y empezamos a hablar.
A veces me pregunto (y mis
amigas también) qué hubiera pasado si en lugar de amigos hubiésemos sido
novios. Quizás no habríamos durado mucho como pareja, mostrando nuestro todo,
nuestro yo. Si lo pienso, es mejor así, amigos.
Es como un eterno noviazgo
al comienzo de una relación. Nos vemos a ratos, nos divertimos a ratos y
hablamos a ratos. Nos pillamos con ganas y con deseo. Mostramos y ofrecemos lo
mejor de nosotros mismos, nuestra mejor versión. No nos da tiempo ni surgen
motivos para enfadarnos, para echarnos reproches en cara. Nos relacionamos con
esa confianza, ilusión y sinceridad típica del inicio de un noviazgo, cuando
uno no para de hablar y le cuenta al otro todas sus confidencias y secretos,
las alegrías, las penas, los planes, las preocupaciones, los proyectos, los
gustos y disgustos, el día a día. El tiempo siempre es corto cuando estoy
contigo. Sin embargo, para mí, los momentos son intensos; una mirada tuya, un abrazo,
una sonrisa, un roce, una carcajada, un guiño…
Aun así, daría lo que sea por conocer
tus costumbres cotidianas, tus manías, tus posturas al dormir, tus objetos en
la mesita de noche, verte descalzo en calcetines, si recoges o no el baño
después de ducharte, tus gustos musicales y los literarios. Sé que lees. Tú me
prestaste “Viento del este, viento del oeste” e hiciste que retomara el hábito
por la lectura.
Desconozco si alguna vez te enfadas o te
entristeces y por qué. No estoy junto a ti para reconciliarte ni para animarte.
Tampoco supe hacerlo en su momento y te pido disculpas por ello. No soy
perfecta como ser humano, no puedo serlo como amiga.
Eres mi norte, mi horizonte,
un ejemplo de vida. Eres valiente, inteligente, resolutivo, generoso, bondadoso
y con personalidad. Cuidas de los demás.
Y cuidas de ti, eso también
me gusta. Mantienes tu cuerpo, tu mente y tu espíritu. ¡Cómo te envidio!
Has tenido la fortuna de
viajar, conocer ¡tantos lugares de nuestra hermosa casa Tierra, tantas personas
de tantas culturas y tantos estilos de vida! que todo eso ha hecho de ti una
gran persona. Precisamente, por todos los motivos por los que siempre me ha
gustado el turismo, te admiro. Eres de mente abierta y empático.
Declaro que te he pensado,
te pienso y te pensaré todos y cada uno de los días de mi vida. A cada instante
mi mente elucubra:
– ¿Qué estará haciendo? ¿Dónde estará ahora? ¿Qué haría él ante
esta situación? – yo misma me pregunto y yo misma me respondo.
Tan solo nos separan unas
horas y unos kilómetros en el binomio espacio-tiempo. Lo que daría por una
conversación de café a solas, tú y yo. No es difícil, suficiente con un clic en
el móvil. Solo bastaría enviar un mensaje de WhatsApp, hacer una llamada o una
videollamada para estar juntos. En este aspecto, la tecnología nos acerca más
aún. La pereza y, a veces, la timidez se adueñan de mis ganas. Claro que si lo
hiciese cada vez que pienso en ti, pasaría de ser una amiga a ser una acosadora
algo psicópata, jejeje.
Aunque tú no lo sepas (como
dice la canción de Los Secretos) llevo una foto tuya como fondo de pantalla en
mi móvil. Estás brindando, quiero pensar que por la vida. Cada vez que la miro,
me impulsa a continuar mis quehaceres con alegría. Suena el despertador, y ahí
estás tú brindando dándome los buenos días. Me dispongo a comer a mediodía y
ahí estás tú brindando y deseándome buen provecho. Me acuesto en la cama y brindando
me das las buenas noches. Y así en todas las pequeñas cosas que hago a diario,
cada vez que miro el móvil. En la foto estás con barba pero se vislumbra tu
sonrisa. La mirada de frente y directa a la cámara. Mirándome. ¿Qué más puedo
pedir? Una foto perfecta (si no fuese por la barba, claro).
¡Desearía decirte tantas
cosas maravillosas! ¡Con todas las canciones de amor que escucho, y no se me
ocurre nada bonito, ni romántico, ni especial! Me pierdo en una infinidad de
sentimientos y cualquier palabra me sabe a poco. Ni el más intenso “Te quiero”,
ni el más profundo “Te amo” puede expresar lo que siento por ti, aparte de que
sería incapaz de decirte esas expresiones así, a secas.
Lamento decirte que a esta
carta le faltan todos los elementos literarios románticos para ser una
verdadera carta de amor. En esta historia no hay lunas, ni noches, ni mares, ni
camas, ni estrellas, ni suspiros, ni flores, ni primaveras, ni mariposas en el
estómago, ni besos apasionados, ni manos entrelazadas, ni erotismo (por no
decir sexo duro, que entonces pierdo el poco romanticismo que exteriorizo,
jejeje), ni flechazos… No sé expresarme correctamente, sin embargo, puedes
estar seguro de que sí rebosa amor.
Podría parafrasear versos de
Neruda o estrofas de Pablo López, quedarían bonitos pero no auténticos, no míos,
no propios. Me servirían de apoyo, eso sí, para que captases con mayor nitidez
y exactitud una idea más clara y más certera de mis sentimientos hacia ti.
Ellos, los Pablos, escriben mucho mejor que yo, te lo garantizo.
Este texto no es un poema escrito para ser
leído por miles de lectores, no es una canción compuesta para ser escuchada por
millones de personas. No pretendo atraer a terceros. Estas palabras te las
escribo pensando en ti. No son las más bonitas, ni las más cuidadas, ni las más
elaboradas. Son las más cargadas de auténtico sentimiento, de sincera y
verdadera amistad.
Lo más hermoso que se me
ocurre, por lo mágico que me imagino el momento, es confesarte que fantaseo con
que estoy acurrucada junto a ti en el sofá y tú me lees un libro.
No veo apropiado hacer
referencias a tu físico, pero sabes que te veo guapo, sobre todo cuando estás
afeitado, y buenorro (entienda cada lector su propio concepto de buenorro, no
voy a describir la apariencia). Pero tu mirada, tu sonrisa y, principalmente,
tu voz me cautivan. Esa voz que induce a mi estado emocional a levitar en la
más alta frecuencia de manera constante, sin altibajos, en paz, serenidad y tranquilidad.
Todo eso me transmites solo al escucharte. Entonces escapo del estrés, domino
mi soledad y reduzco los conflictos al nivel de “innecesarios”. Tu voz me calma
y me sosiega.
Únicamente me queda decirte
que seguiré llevándote en mi pensamiento y en mi alma. Seguiré disfrutándote
cuando la vida me brinde la oportunidad.
Si tuviera que elegir a
alguien para irme a una isla desierta, para sobrevivir al fin del mundo o a un
apocalipsis planetario, sin duda, te elegiría a ti. Tú me salvarías, en todos
los sentidos.
Pero lo que realmente quiero
decirte, lo que quiero que sepas, es que te quiero con locura, te extraño, te
añoro y te echo de menos, todo junto y a la vez. Callada. Desde el
silencio y la distancia.
Feliz día y feliz vida.
Siempre.
Fragmento inspirado en la canción Callado de Pablo López
Comentarios
Publicar un comentario
Expón tu comentario u opinión de manera constructiva y respetuosa. Gracias de antemano.