36. Seres imperfectos
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Querida
yo:
¡Cuánto
te echo de menos! Recuerdo cuando eras joven. Tenías una mezcla de timidez y de
valentía al mismo tiempo.
Quizás
era inconformismo, imprudencia, decisión e ilusión por la vida. Tomabas tus
propias decisiones de manera impulsiva, sin andarte con rodeos, guiándote por
las corazonadas. No tenías compromiso con nadie y solo pensabas en ti y en las
consecuencias que te podría acarrear una decisión acertada o equivocada.
Una
vez metiste la pata con un amigo a quien traicionaste. Lo hiciste sin querer.
Fue uno de los mayores errores de tu vida. Le pediste perdón siete veces y
hasta te pusiste de rodillas, con la esperanza de ablandarle el corazón. Te
dejó claro cristalino que nunca más seríais amigos. Desde ese momento, te
comunicaste con él a través de terceros y amigos comunes. No sabes cuándo, pero
en algún momento entendiste que no siempre se gana, que no siempre te perdonan,
que a veces caes mal. Entonces te diste cuenta de que somos seres imperfectos.
Tú también. Perdiste esa batalla. Fuiste consciente de que hay muchas personas
por delante de ti en la prioridad de tu amigo traicionado. Y lo peor es que
sabes que lleva razón. Déjame que te diga que tu amigo traicionado también es
imperfecto, por mucho que tú lo idolatres, desde el momento en que decidió no
perdonarte.
Por
eso, cuando te han dejado tus novios, o te han traicionado otras amigas, has
sabido perdonar. Incluso has perdonado a tu amigo por no perdonarte. Comprendes
que todos somos seres imperfectos. Debemos aceptar esos fallos para no perder a
más gente en el camino y para que ellos también acepten los nuestros. Aunque sé
que mueres porque él te dijese algún día si te ha perdonado o no. Tú quieres
pensar que sí ante la cobardía de preguntarle y que te conteste que no.
Después
te llegó la etapa materna de la que nadie te advirtió nada al respecto. Siempre
has defendido que la vida se basa en tres pilares: el físico, el mental y el
emocional. Te centraste en lo emocional. Sin pensar. Siendo impulsiva.
Dejándote llevar por el alma. Pero la vida te obligó a cambiar, no a madurar.
Te casaste y formaste una familia. Pasaste a ser, como tú bien dices, “un pack
de cuatro”. Anteponiendo tu familia co-creada ante cualquier decisión o plan.
Dejaste de ser tú. Una madre imperfecta con hijos imperfectos, como el resto de
la humanidad. Buscando ser la familia magistral. Tomando decisiones en base a
tus hijos, tu marido y tu núcleo familiar. Ahí dejaste de ser tú misma. Eras
tú, pero con otros seres anexos. Y la verdad que ahí podía haber quedado tu
vida en una tranquila normalidad.
Entonces,
sucedió lo de Marte. Ahí comenzaste a sentirte una mierda como mujer y como
madre. Nunca supiste responder a las preguntas que te hacía Guillermo, ni
siquiera supiste responderte a ti misma. Tus respuestas eran evasivas o,
simplemente, trolas. Mentiras para que tus hijos creciesen en un mundo ideal e
irreal, porque el mundo, a veces, es una mierda.
Sin
embargo, aprendiste a vivir en tu burbuja emocional en la que dejas entrar a
muy pocos. Cierto es que, de vez en cuando, haces reformas en tu burbuja y vas
ampliando tu refugio.
Por
eso echo de menos a la Nakia atrevida. A la Nakia que le decían “¡No hay
huevos!” y allí estaba ella en el intento.
Te
apoltronaste en tu mundo, en la comodidad, en lo fácil.
No
solo en tus rutinas. Vas repostar a la misma gasolinera para no tener que abrir
el depósito y autoservirte. Vas al mismo supermercado porque ya conoces en qué
estantería está colocado cada artículo. Conduces siempre la misma ruta, aunque
sea algo más larga. Aparcas en el mismo parking aunque te suponga andar diez
minutos a tu destino. Por no enfrentarte a lo nuevo, a lo inusual, a lo
extraño, a lo imprevisto.
Te
repanchingaste en tu búnker de sensibilidad. Solo quieres estar con tu gente,
la que ya conoces de tiempo atrás. No deseas conocer ni relacionarte con gente
diferente, personas nuevas en tu vida. Es demasiado esfuerzo para ti. Primero,
conocer poco a poco a esas personas, coger confianza, descubrir si su escala de
valores y principios concuerda con la tuya, ser más o menos extrovertida, más o
menos reservada, si compartís las mismas motivaciones, preocupaciones o
intereses… Tanto esfuerzo para que luego te traicionen, que sean egoístas,
malintencionados, que te critiquen, que te desprecien, que se burlen de ti.
Echo
en falta a esa Nakia diciendo “las relaciones humanas deben ser naturales y
espontáneas”. Ella que nunca se había fijado en la reciprocidad de
sentimientos. Ella que enviaba mensajes de WhatsApp, emails o llamaba por
teléfono porque le apetecía, sin esperar respuesta. Siempre ha felicitado los
cumpleaños, las navidades, ha ido a bodas, a despedidas, a comidas… sin esperar
a cambio que los demás hiciesen lo mismo. Nunca se había fijado en esas cosas.
Siempre había sido impulsiva, haciendo lo que le apetecía en cada momento. Sin
fijarse en el qué dirán, sin importarle si los demás hacían lo mismo por ella,
sin forzar relaciones.
Te
centraste tanto en los tuyos que dejaste un poco de lado a tus amigos. Cuando
te centrabas en tus amigos, sentías que abandonabas a los tuyos. No se puede
atender a todo el mundo. ¿O sí? Todo es cuestión de tiempo y de preferencias.
Prioriza.
No sabes cuánto tiempo vas a estar en esta vida.
La gente se va. Nos dejan el alma rota y, a la vez,
llenas de amor.
Personas con valores y principios, fieles a sí
mismos y a sus creencias. Por eso son admirables.
Hay que aceptar a las personas como a los amigos,
con sus virtudes y sus defectos. Nadie somos perfectos. Su legado es su
ejemplo. Ejemplos de personas íntegras. Si te traicionas a ti mismo ¿qué te
queda?
Hartos estamos de escuchar que la vida hay que
vivirla y disfrutarla. ¿Cuántas veces lo hemos escuchado? ¿Hacemos caso
realmente? No hay que estar pensando en la muerte, pero tampoco se puede vivir
como si fuésemos a vivir eternamente.
Tampoco debemos esperar a que nos llegue una
enfermedad para darnos cuenta. Ya nos lo están diciendo los demás, demasiados.
Quien más quien menos todos conocemos casos en nuestros entornos cercanos.
Disfrutemos y vivamos.
En lo primero, hay personas que pensarán que la
realidad no es tan bonita ni idílica. Hay que trabajar para sustentarse. Sí,
pero disfruta de las pequeñas cosas. Disfruta de los paseos por el campo si no
puedes viajar a países lejanos. Disfruta de comerte una bolsa de pipas en un
banco del parque si no puedes costearte grandes manjares. Disfruta de correr,
caminar o hacer deporte, un buen libro, escuchar música. Disfruta de tu gente.
No esperes a cuando te jubiles, a cuando tus hijos
se hagan mayores, a cuando termines el proyecto actual, a cuando los demás
puedan. Hazlo en cuanto puedas, ¡hazlo ya!
Y vivamos, el aquí y ahora, el momento. Ríete, llora,
emociónate, alégrate. Deja fluir tus emociones y sentimientos.
El legado que vas a dejar en los demás vas a ser
tú. Los recuerdos de los momentos que compartieron contigo. Tu forma de ser,
tus bromas, tus chascarrillos, tus manías. Tú.
Be water, my friend. “El agua puede atravesar
caminos, incluso a través de las rocas. Y cuando está atrapada se hace un
sendero nuevo. El agua es poderosa; puede llevarse la tierra, apagar el fuego y
también destruir el acero” (Memorias de una geisha Film)
Fluye. Con la fuerza de un torrente, con la
constancia de un goteo, o con el silencio de una filtración. Con o sin
dirección. Conociéndote a ti mismo o sintiéndote un total extraño. Cáete y
levántate.
Desparrama tus pensamientos y sentimientos ¿para
qué te los quieres llevar en silencio y encerrados en tu alma? Despierta
emociones en los demás; alegría o tristeza, aceptación o rechazo, amor u odio,
agradecimiento o egoísmo, placer o repugnancia, entusiasmo o desánimo,
diversión o aburrimiento, enfado o amistad, preocupación o dejadez, afecto o
rencor.
Quédate aquí, en el recuerdo de los demás. Deja
aquí tu esencia.
Todos morimos pero no todos vivimos. La vida es
mejor en compañía.
Relato inspirado en personas ejemplos de vida como
Pablo Ráez y Jesús Candel y en la canción Por
quererte de Efecto Mariposa.
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