16. Soldados de senda

Nakia estaba viendo el telediario con su marido. Salió una noticia de una señora de ciento cuatro años que le daban el alta por el covid después de haber estado en cuidados intensivos durante ocho meses. La calificaban de guerrera.

Nakia detestaba ese término a la hora de calificar a las personas supervivientes a una enfermedad. Dan a entender que quienes fallecen es por falta de ganas de vivir, por falta de actitud y por falta de lucha.

Podría entender que en otras enfermedades que el paciente sufre en su propia casa, uno pueda decidir hacer deporte, salir a pasear, asomarse al balcón, o a hacer plastilina si le gusta. De ese modo, los demás pueden juzgar que está poniendo o no de su parte para curarse.

—Pero ¿qué se hace en la cama de una UCI? – Se preguntaba Nakia – Nada. Salvo dejarte cuidar por el cuerpo sanitario. Recibir tratamientos y esperar a que tu cuerpo reaccione de manera positiva. ¿Qué actitud tiene un paciente sedado en cuidados intensivos?

Ahí no hay luchadores o no luchadores. Ahí entra en gran juego la suerte. Es tu hora o no lo es. Es cuestión de que el cuerpo reaccione bien al tratamiento que le suministran.

Si el enfermo supera esa fase pasa a planta. En el caso del covid, con la pandemia, estado de alarma, medidas preventivas y demás, no se permiten visitas.

— ¿Cuál es la distracción de un paciente en soledad en una habitación de hospital? ¿Leer un libro? ¿Escuchar música? ¿Ver la tele? – Se cuestionaba Nakia – Hay pocas actividades que se puedan realizar postrado en una cama. ¿De verdad quienes mueren es porque han estado mirando las musarañas y no han hecho otra cosa que no sea ver pasar las horas?

Le costaba creer eso. La gente que desea morir se suicida. Es más, Nakia pensaba que los suicidas realmente no quieren morir, lo que no quieren es vivir en el ahogo, en la desesperación, en la asfixia que les provoca una situación. Bien sea por un asunto amoroso, un tema de trabajo, o una cuestión de dinero. Ella pensaba que estas personas viven un profundo sufrimiento, y eso es lo que no quieren, el sufrimiento. En realidad, a nadie le gusta el dolor ni la tortura. Debe ser un tormento infinito cuando crees que la única solución es desaparecer de este mundo.

Nakia estaba convencida de que todos los enfermos deseaban vivir.

— ¿Acaso Pau Donés no deseaba vivir? Ha estado trabajando hasta el final. Todo el mundo lo ha visto. Ha dejado dos canciones que son un canto a la vida. Eso que tú me das en la que sale su hija bailando. Y Misteriosamente hoy en la que sale con su perro disfrutando la montaña. ¿No es un ejemplo de luchador? Para mí, sí – argumentaba Nakia – Además ha dejado una entrevista tipo documental en la que clama a la vida abiertamente.

Nakia se conmovía cada vez que veía ese vídeo. La montaña. El mejor sitio para vivir y morir.

A la típica pregunta de elegir entre mar y montaña, sin duda para ella, la montaña.

Siempre había pensado que el mar da sensación de libertad, pero una libertad limitada. Si se contempla el mar desde la orilla, de frente, solo tienes la perspectiva de libertad desde la orilla. Si miras detrás de ti, no hay mar. Si tienes la suerte de estar adentrado en él, solo ves agua y cielo, ambos de color azul. No contemplas la flora y la fauna que hay en él. Es posible que algo te roce la pierna, pero no sabes si es un alga, un besugo o un tiburón.

En la montaña, todo alrededor es campo. Se combinan los colores azul del cielo, verde de las plantas y árboles, otros colores de las flores y marrón de la tierra. Estás en lo alto, a veces incluso por encima de las nubes. Sientes la sensación de libertad, junto con las de poder, dominio y control de la tierra, aunque no sea de tu posesión. Incluso la sensación de orgullo por lograr llegar hasta allí, dependiendo del esfuerzo que hayas empeñado. Puedes distinguir un árbol de una flor, y un zorro de una culebra. Es sentir la tierra bajo tus pies. Sentirte todopoderoso. Ahí si puedes extender tus brazos en cruz y gritar: “Soy el rey del mundooooo”, como Leonardo Di Caprio en Titanic.

Otro ejemplo es el de Pablo Ráez. ¿Acaso no hizo una campaña a favor de la donación de la médula ósea con un resultado brutal? – Defendía Nakia – Bajo el lema “Siempre fuerte” se movió por todas las redes sociales convenciendo a la sociedad acerca de la importancia de la donación. Desgraciadamente, falleció. Su actitud era muy positiva y se le veía con ganas de vivir.

Vamos, dos ejemplos de personas que no se apoltronaron en un sofá a decir “qué malito estoy, qué malito estoy”. Se entiende que una actitud negativa no ayuda, pero la positiva tampoco es la panacea. No cura.

Nakia creía que esa manipulación de sacar en los medios de comunicación a los supervivientes de enfermedades como unos héroes o guerreros hacía flaco favor a la sociedad. Inculcaban la idea equivocada de que los supervivientes son unos luchadores con actitud positiva, y quienes mueren, no. Esa idea es injusta. Tanto para quienes se quedan como para quienes se van.

A cada uno le toca una vida diferente y cada uno la vive a su manera. Hay personas que les toca lidiar contra enfermedades que vienen solas, por supuesto. Existen mujeres maltratadas que deben vivir huyendo y escondiéndose de sus maltratadores, no porque ellas se lo hayan buscado. Otras personas deben cumplir condenas de prisión por haber atropellado a alguien en un accidente de tráfico, o por haber gestionado mal sus negocios, o simplemente, porque han sido condenadas por un delito cometido, en algunos casos por desconocimiento, en otros por accidente, en otros por omisión. Hay padres que deben cuidar a hijos delincuentes o drogadictos, y seguro que ellos no lo han querido así. Otra gente pierde sus casas, sus muebles o sus empresas a causa de un terremoto, un incendio, una inundación u otro fenómeno natural, que arrasa en minutos el esfuerzo de toda una vida. También les ha venido solo, sin buscárselo. Personas indigentes con carrera universitaria que, por circunstancias de la vida, han quedado abocados a vagabundear por las calles sin techo donde cobijarse, sin familia que les brinde apoyo, y que tampoco lo han buscado. Gente que se queda anclada a una silla de ruedas por un accidente laboral, cuando desempeñaban su trabajo para llevar el pan a sus hijos. Esas cosillas que salen en los telediarios y en los documentales y uno piensa que nunca le va a tocar…, pero a alguien le toca.

La sociedad actual es poco empática. Hay muchas circunstancias, no solo las relacionadas con la salud, que no se eligen. Cada cual decide cómo lidiar esas circunstancias. Disponer de recursos económicos, gente que te ayude, inteligencia e incluso suerte, influye en la resolución de esos problemas.

No es una cuestión del sesgo egoísta. No es justificar que todo lo malo que te pasa es por circunstancias ajenas a uno o por terceras personas. No. Simplemente que, a veces, hay circunstancias que vienen solas sin haberlas elegido. Eso es así. Vamos, que la mala suerte existe, igual que la buena suerte. Eso no quiere decir que justifiques todas tus acciones irresponsables achacando la culpa o la responsabilidad a la mala suerte. Pero ésta existe.

Uno debe manejar la situación con alegría, humor y optimismo, porque así se hace más llevadero el mal trago. Pero la alegría, el humor y el optimismo no solucionan en sí el problema. No curan, no recuperan tu casa y no te libran de la cárcel.

Alejandro Sanz dice en su canción No es lo mismo, “vivir es lo más peligroso que tiene la vida”. Mientras hay vida hay esperanza. Mientras vivimos estamos en una lucha constante de decisiones. Todo el mundo lucha. Es un instinto básico de la especie humana, la supervivencia. Todos somos guerreros en este combate lento y desigual llamado vida.

Relato inspirado en la canción La niña de la linterna del cantante malagueño Pablo López

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