46. Maleta en la puerta

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Nakia bajaba las escaleras del escenario del auditorio en el que dio una charla,  cuando una chica de unos treinta y pocos años se le acercó.

   Hola, Nakia. Perdona que te moleste. Me gustaría comentarte mi situación a ver si puedes ayudarme.

   Cuéntame — respondió ella.

   Mira. Soy una mujer víctima de VioGén, Mi marido fue condenado a una multa. Tuve que escapar de casa con mis tres hijos. Me integraron en el programa “Renacer juntas”. Vivo en casas de acogida y cada cierto tiempo nos cambian de casa por toda la comunidad autónoma.

   ¿Tus hijos están escolarizados? — preguntó Nakia.

   Sí. En eso no hay problema. Tienen prioridad a la hora de cambiar de centro escolar — aclaró la mujer.

   Ya. Pero ellos hacen amigos en el centro escolar ¿no?

   Sí. Da igual. Cada dos o tres meses nos cambian de casa y provincia — explicó ella.

   ¿Los separan de sus amigos, de su entorno escolar, de sus actividades extraescolares para cambiar de casa y empezar desde cero? ¿Sabes el perjuicio a nivel escolar, psicológico, social y emocional que les puede suponer esta situación? — preguntó Nakia.

   Bueno, es lo que hay. No queda más remedio — aceptó suspirando aquella mujer.

   Cuando sucedió todo eso ¿trabajabas? — preguntó Nakia.

   Sí, tuve que solicitar el despido y marcharme. En el programa me informaron que recibiría una ayuda durante estos doce meses — explicó la chica.

   Y ¿después qué? ¿Recuperas tu trabajo anterior? ¿Buscas un trabajo nuevo? ¿Puedes prorrogar la ayuda? — planteó Nakia.

   No, claro. El programa solo dura doce meses. Después tendré que buscarme la vida — añadió la mujer.

   Buscarse la vida. ¡Vaya expresión! — pensó Nakia — La vida se tiene, con suerte, al nacer. A veces, es una buena vida y otras, mala. A quien le viene mala debe buscar la buena.

   El trabajo es lo de menos — prosiguió la mujer — Lo que me da pena es haber dejado mis raíces, mis amigos, mi gente… A veces, me planteo abandonar el programa y volver con él. En ese caso, estoy obligada a devolver la ayuda recibida hasta el momento. Podría perdonarle y empezar desde cero, pero con él. Es el padre de mis hijos.

   Otro fallo del sistema — pensó Nakia — La ideología feminista vende el perfil de la mujer maltratada como una mujer sumisa y dependiente. Sin embargo, la alternativa que ofrecen es una mierda. La opción es huir, como una prófuga, una fugitiva, una proscrita. Como siempre, la víctima huyendo y escondiéndose.

   Mi pregunta es si me puedes ayudar a valorar los pros y los contras de volver con él y recuperar mi vida normal — se atrevió a preguntar la mujer.

   No, lo siento. No puedo hacer eso. Volver con él no es recuperar una vida normal — expresó Nakia.

   Huir, tampoco — replicó ella.

   Tampoco — afirmó Nakia.

   Entonces ¿cuál es la solución? — preguntó aquella mujer .

   Mientras no cambie le sistema, no habrá solución. El sistema no va a cambiar porque al sistema le interesamos como víctimas.

Nakia estaba sorprendidísima. Cada historia que escuchaba, superaba a la anterior. Flipaba. Doce meses dando tumbos, evitando ser encontrada para luego ser abandonada de nuevo por el mismo sistema que ofrecía esa “protección”.

   Vamos a ver — pensaba Nakia — Si son víctimas de alto riesgo es porque ellos son muy peligrosos. ¿Por qué cojones no son condenados a prisión? ¿Qué hacen sueltos en la calle? Se supone que están buscando a sus víctimas y es por eso que las cambian de casa. Estas casas de acogida son parte de los chiringuitos que reciben ayudas, pero no resuelven el problema. Al contrario, provocan otros. Lo correcto sería encerrar al verdugo y que la víctima viviera libre. Por eso, algunas mujeres no denuncian. Las que ya conocen el sistema son engañadas una vez, pero no dos. Recordemos que son mujeres maltratadas, no estúpidas, aunque el feminismo las pinte así. Lo llaman gaslighting, cuando les conviene, claro. ¿Cuál es el objetivo de ese programa? ¿Tener a las víctimas dando tumbos? ¿Para qué? ¿Para ser localizadas por su verdugo cuando se instalen en una ciudad? Si las cambian de municipio es por el riesgo de ser encontradas ¿ese riesgo se acaba al año? Además, llegará un momento en que tendrán que escolarizar a sus hijos, trabajar, etc. Así que más facilidad para que su agresor dé con ellas — Nakia seguía con sus pensamientos  — ¿No debería estar este tipo en la cárcel? ¿No es de alto riesgo? Es algo que el juez, los servicios sociales y los abogados saben. ¿Por qué no lo encierran? Por eso esta chica comenta que muchas vuelven con sus maltratadores. La primera mudanza de centro en centro vale, la segunda ya no. Si el programa garantizase, al menos, que nunca más le ibas a ver, podría merecer la pena un año de periplo  p’arriba y p’abajo. No es así. La idea en sí es absurda. ¿No sería más barato meterlos a ellos en prisión? No. En su lugar, el ciudadano mantiene la casa de acogida, los puestos de trabajo de los chiringuiteros y los chiringuitos en sí. Posteriormente, el agresor encuentra a su víctima, la mata y, entonces sí, le encierran.

   Bueno — insistió aquella mujer apartando a Nakia de sus propios pensamientos — ¿me ayudas?

   ¿Cómo? ¿De qué manera? — quiso saber Nakia.

   No sé — respondió la mujer.

   Yo, desgraciadamente, tampoco.

En ese momento, su amiga Rosa la tomó del brazo y la felicitó.

  Nakia, has estado maravillosa, como siempre. Tu autenticidad, tu humildad y tu empatía calan en el público asistente. Tienes una cercanía brutal. Se sienten identificadas contigo — le alababa Rosa.

   No olvides que soy una de tantas, soy una de ellas — le recordó Nakia.

Relato inspirado en la canción Desaparecer de la cantante Malú.


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