26. Adeline, Eric y Charlie
Álex
y Nakia se instalaron en París. El piso estaba junto a los Campos Elíseos.
Tenía cinco dormitorios, dos baños, un salón comedor y una cocina. Todo
exterior. Todas las salas amplias y muy iluminadas por grandes ventanales que
dejaban entrar la luz natural. Moderno. Ubicado en la cuarta planta del edificio.
—
¡Guau! El piso es enorme – exclamó Álex – Cinco dormitorios. El matrimonial para
nosotros, uno para tu despacho y otro para el mío, y aún nos sobra casa.
—A
ver si es a compartir con otros compañeros de curro y nos estamos haciendo
ilusiones de que vivimos nosotros solos – dijo Nakia con mirada suspicaz.
—
¡Qué va! ¡Esto es para que lo llenemos de chiquillos! – bromeó Álex.
—Sí,
a estas alturas… - susurró Nakia con el tono ligeramente alto para que lo
escuchase Álex.
Los
grandes ventanales y la intensa actividad en los Campos Elíseos invitaban a
embelesarse la mayoría del tiempo mirando afuera.
Álex
y Nakia solían trabajar por las mañanas. La mayoría de las tardes salían a
pasear y patear la ciudad. Al principio, visitaron todos los lugares emblemáticos
que cualquier turista visita por obligado cumplimiento. Más adelante,
comenzaron a perderse por rincones más recónditos y acogedores.
Álex
iba a su oficina una vez a la semana. Allí conoció a su compañero Eric. En una
ocasión, Eric le invitó a su casa a merendar.
—Nakia,
mi compañero Eric nos ha invitado el sábado a ir a su casa a merendar. Le he
contestado que sí iremos – preguntó - ¿Te parece buena idea? Nos va a presentar
a su mujer también.
—Por
mí estupendo. Así hablamos con algo de civilización que no seamos solo tú y yo.
El
sábado fueron a casa de Eric. Vivía en un piso abuhardillado en el barrio de
Montmartre. Una zona pintoresca, bohemia y poética.
Cuando
Nakia conoció a Eric simpatizó con él enseguida. Se daba un aire a Iván
físicamente, mentalmente y emocionalmente. Se podía hablar con él de cualquier
tema. Era respetuoso y educado. Y guapísimo. Vestía una camisa blanca por fuera
de un pantalón vaquero, un chaleco gris marengo y una boina francesa a juego
con el chaleco. Un estilo muy francés y muy bohemio, como su barrio.
Pasaron
la tarde hablando de todo en general y de nada en particular. Eric les ofreció
un amplio despliegue de tés e infusiones en unos juegos de tazas y teteras muy
peculiares y curiosas. Un abanico de sabores que deleitaron el paladar de
Nakia. El ambiente estaba perfumado con distintos aromas de incienso y
diferentes hierbas.
Cerca
de las diez de la noche apareció su esposa Adeline y Charlie. Charlie era
compañero de piso de la pareja.
Adeline
era muy guapa. Llevaba una falda roja tipo evasé, una blusa blanca llena de
volantes y chorreras, con un lazo en el cuello, una boina roja ladeada y unos
zapatos rojos de medio tacón y con hebilla. Adeline tenía el pelo corto, rizado
y el labio superior con una forma muy marcada de corazón. Sus facciones le
recordaban a Audrey Hepburn en Sabrina.
Charlie
solo llevaba unos vaqueros y una camiseta negra de manga corta. Charlie era un
tío delgado pero fibroso. Muy guapo. El típico tío que reunía los cánones de
belleza de la sociedad actual, y que toda mujer posaría sus ojos en él al
cruzárselo por la calle.
—Buenas
noches – dijeron ellos al cruzar la puerta.
—Hola,
cariño – saludó Eric. Se levantó del sofá y besó en los labios a Adeline –
Estos son mi compañero de trabajo Álex y su novia Nakia. Ellos son mi esposa Adeline
y nuestro compañero de piso Charlie – presentó Eric haciendo ademanes con la
mano señalando a cada persona.
—Mmm,
¡menudo compañero de piso se han buscado! ¡Está tó buenorro! – pensó Nakia.
—Estamos
aquí medio cenando unos aperitivos – explicó Eric - ¿gustáis?
—No,
gracias. Nosotros nos vamos a acostar ya porque estamos rendidos. Llevamos toda
la tarde deambulando por la ciudad y me duelen los pies. Además, ya hemos
cenado. Así que con vuestro permiso, nos vamos a dormir – dijo Adeline.
Nakia
vio cómo ambos, Adeline y Charlie se metían en el mismo dormitorio. A la cara
de Nakia afloró esa expresión ojiplática de sorpresa. Al mismo tiempo que abrió
sus ojos desorbitados, miró a Eric quien, de inmediato, explicó:
—Vivimos
los tres juntos. Compartimos dormitorio. Nosotros somos una pareja abierta y
liberal. A Adeline le gusta mucho estar con Charlie y está muy contenta…
—
¡No me extraña! – pensó Nakia.
—Además,
cuando yo estoy cansado, él remata la faena y es todo más llevadero – aclaró
Eric entre tono burlón y serio.
Nakia
no sabía muy bien si se refería a la faena de la casa en cuanto a compartir
tareas del hogar, o si se refería a las relaciones sexuales en cuanto a que los
dos se tiraban a Adeline.
—Quizá
no entiendo bien el idioma. No voy a preguntar más por no meter la pata y
porque casi que prefiero no saber – pensó Nakia, limitándose, simplemente, a sonreír.
La
conversación, acerca de todo y nada en la vida, prosiguió hasta bien entrado el
amanecer. Hubo un momento en el que Álex dijo:
—Eric,
ha sido muy grata tu compañía. Muchas gracias por invitarnos. Sin embargo,
debemos irnos ya. Es tarde – comenzó a despedirse Álex.
—Si
queréis podéis quedaros a dormir. Tenemos espacio suficiente. Podéis quedaros
el tiempo que gustéis. Donde caben tres, caben cuatro y donde caben cuatro,
cabemos cinco – comentó Eric mientras sonreía a Nakia.
En
principio, a Nakia le pareció un gesto generoso por su parte. Aunque se
preguntaba dónde cabrían puesto que el piso solo tenía una habitación que ya
compartían ellos tres.
—
¡Venid, que os voy a enseñar el dormitorio! – invitó Eric.
Nakia
entrelazó la mano derecha de Álex. Algo había que no le gustaba y buscaba su
protección de manera subconsciente.
Eric
abrió la puerta del dormitorio sin llamar.
—
¡Menos mal que están dormidos! – pensó Nakia, aliviada ante la idea de
encontrárselos follando.
El
dormitorio era casi más grande que el resto de la casa. La cama era del tamaño
de cinco camas matrimoniales unidas.
—
¿Veis? Cabemos de sobra – declaró Eric con total naturalidad.
—
¡Uy! Debe ser muy difícil encontrar ropa de cama de estas dimensiones ¿no? –
preguntó Nakia. No se le ocurrió mejor comentario.
—Sí.
No existen. Así que lo que hacemos es comprar varios juegos de tamaño dos por
dos, y después Adeline los cose. A ella le encanta la costura y solo debe unir
sábanas y colchas. Es la única manera de poderlo hacer. El colchón y el somier
nos los hicieron a medida. Ya que nos pusimos lo pedimos de gran tamaño para
que en un futuro, si surge la ocasión, no se nos quede pequeño – aclaró Eric.
Nakia
apretó la mano de Álex que se limitaba a observar.
—Bueno,
nosotros nos marchamos ya. Dormimos en casa y ya nos levantamos allí y
descansamos hoy domingo – especificó Nakia.
—Como
prefiráis. Aquí tenéis vuestra casa cuando queráis – invitó Eric.
Se
dirigían a la puerta cuando, de pronto, Nakia notó cómo Eric le tocaba el culo.
No era un roce. Deslizó su mano por debajo de su falda y dos dedos rozaron una
nalga por debajo de sus bragas. Nakia hizo un quite veloz. Le miró con
desaprobación y él sonrió lanzándole un beso al aire. Ella calló por no montar
un número y por no poner en evidencia al compañero de trabajo de su novio.
Álex
y Nakia se quedaron en el rellano esperando el ascensor mientras Eric cerraba
la puerta de su piso.
Ya
dentro del elevador, Álex cogió a Nakia por la cintura y se arrimó a ella.
—Mmm,
estoy cachondo de imaginarme la escena – le susurró Álex al oído mientras
empujaba su pubis contra el de ella.
—Todavía
estamos a tiempo. Seguro que la oferta sigue en pie – propuso Nakia.
—
¡Venga! ¡Volvamos! – apresuró Álex cogiéndola de la mano y sacándola del
ascensor.
—
¿Qué dices? Estaba bromeando – aclaró Nakia.
—Joder,
Nakia, con estas cosas no se juega – le riñó él.
—Te
estás quedando conmigo ¿verdad? No estás hablando en serio – preguntó Nakia -
¿Serías capaz de hacer un… “quinteto”?
—Noooooo,
era broma. Por si cuela – se justificó él sonriendo.
—Pues,
no. No cuela – dijo ella.
—Pero
yo sigo estando cachondo – dijo mientras estrujaba las nalgas de Nakia –
podríamos follar aquí en el ascensor.
—Sí.
Eso en las películas y en otros ascensores queda muy bien. Pero este ascensor
está que se cae. ¿No te das cuenta que se tambalea con solo respirar? A mí me
corta el punto. Es más viejo que Matusalén. Es de la época de Napoleón o de
Luis XVI, por lo menos – se excusó Nakia dándole patadas a la Historia.
—Pues
vámonos corriendo a casa. Polvo mañanero y a dormir – dijo Álex.
Nakia
estaba dudosa en contarle a Álex que Eric le había tocado el culo bien tocado.
Por una parte, su relación con Álex avanzaba rápido pero no sabía si había
confianza para ciertas confidencias. Además, Eric era su compañero de trabajo y
no quería malmeter para no comprometer el puesto de Álex. Por otro lado, Eric
era muy liberal. Se lo podía contar como algo normal, habitual y usual en él.
—Si
Álex se entera por Eric, a lo mejor se molesta – pensó Nakia – Bueno, si
sucediera así, actuaré con normalidad, como algo sin importancia y que por eso
no lo he comentado. De hecho, si se lo cuenta Eric, se lo contará con total
naturalidad. Pues yo, si acaso, haré lo mismo.
Así
que optó por callar.
Relato inspirado en la canción Felices los cuatro de Maluma
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