9. La foto de la fuente
La primera vez que Nakia viajó
a Roma fue con sus compañeros de clase en el viaje de fin de curso cuando
estudiaba COU. Había elegido la opción de Ciencias porque era muy buena en
matemáticas, le gustaban la biología, la geología y la química. Nunca se le dio
bien la física. Su sueño era estudiar Ciencias Biológicas, pero como no le dio
la nota porque aprobó raspada la Selectividad, se decantó por algo de idiomas.
Durante el viaje a Italia visitaron
Roma, Florencia, Venecia y Milán, entre otras ciudades. En las visitas
monumentales, Nakia no prestaba mucha atención a las explicaciones que
impartían los profesores ni los guías turísticos. Así que, en realidad, no puso
mucha atención a las explicaciones del Vaticano, de El Coliseo, de las Termas…
Era una adolescente alegre caminando por las calles de Roma con sus compañeros,
hablando, acompasando el paso para juntarse con unos y con otros, riendo.
Paseaba distraída cuando, de
repente, apareció ante sus ojos la bellísima Fontana di Trevi; inmensa,
espectacular, maravillosa, majestuosa. Le resultó impactante a sus ojos. Una
calle, más o menos pequeña y, de pronto, esa magnitud. Una desproporción de
tanta fuente acaparando toda una plaza pequeña. Nakia se detuvo a admirar ese
paisaje estático. Las casas de alrededor habrían cambiado, las calles habrían
sido asfaltadas, el espacio habría sido invadido por millones de turistas, pero
la fuente permanecía ahí desde hace siglos. Pensó que era el mejor monumento
que había visto en su vida. En seguida, un compañero la despertó de su
ensimismamiento invitándola a lanzar una moneda y pedir un deseo: “volver”,
simplemente.
Cinco años más tarde se marchó
a trabajar a Mallorca por dos temporadas. Allí conoció a Ana. Ana era novia de Jaume,
un compañero de trabajo mallorquín. Ana vivía en la península y, de vez en
cuando, venía a visitar a su novio. Los turnos de trabajo de Jaume y Nakia no
coincidían. Así que en esas visitas Nakia quedaba con Ana para ir a la playa,
pasear o tomar cervezas. Ana le caía muy bien, era muy simpática y era como una
amiga de toda la vida. Congeniaron desde el minuto uno. En esas idas y venidas
a la península, Ana conoció a un muchacho italiano con el que, finalmente,
empezó una relación. Ella le dio sus oportunidades a Jaume, pero, por lo que
sea, éste no se atrevió. Un día, Ana le dijo a Jaume que se iba a vivir a
Italia con este chico. Le dijo el día, la hora y el número de vuelo. Salía
desde Madrid. Jaume voló desde Mallorca a Barajas para recuperar a Ana. La vio
y le saludó.
–Hola, Ana. He venido a
saludarte – dijo Jaume.
–Hola – respondió ella.
– ¿Qué tal? ¿Dónde vas? –
preguntó él
–A Italia, ya lo sabes –
contestó Ana.
– ¿Te vas entonces? – insistió
él.
–Sí, si no me das un motivo
para quedarme… - sugirió ella.
–Buen viaje, entonces – se
despidió él besándola en la mejilla.
Ana tomó el avión.
Nakia no daba crédito a lo que
estaba leyendo cuando recibió la carta manuscrita de Ana. ¡Había dejado a Jaume
con lo buen chico que era! ¡Vale!, a lo mejor no había sido una conversación de
película la del aeropuerto pero, tomarse la molestia de volar hasta allí, para
Nakia ese gesto habría sido más que suficiente. No habría hecho falta que le
llorase suplicando que volviese con él, que le echaba de menos, que la quería…
El caso es que Ana se fue a vivir a Italia. Nakia estaba contenta por su amiga.
Italia es un buen país para ir a vivir. Conociendo a Ana y a Jaume, seguro que
el italiano era buena gente y su amiga sería feliz allí. Nakia pensó que tendría
alguna oportunidad de visitarla algún día. Eso nunca sucedió. Perdieron el
contacto.
Allá por el 2005, Pasiones Romanas ganó el Premio Planeta.
Ya el título le entusiasmaba a Nakia, por las dos partes, la pasión y Roma ¿qué
más se puede pedir? Nakia no creía en las casualidades, estaba convencida de
que todo pasa por algo. Casualidad que la autora del libro era mallorquina y
casualidad el argumento del libro muy parecido a su romance con Thomas.
Nakia y Thomas se conocieron
en Mallorca y él le insistió en que se fuesen a vivir juntos a Manchester, pero
esa es otra historia que merece otro relato.
Nakia sabía que Roma era su
ciudad y la Fontana di Trevi su lugar.
La segunda vez que Nakia
regresó a Roma fue en unas vacaciones con su marido y su hijo Guillermo de veintiún
meses. Nuevamente quedó enamorada de esa ciudad. Volvió a la Fontana, igual que
la primera vez, por la callecita estrecha y con la misma sorpresa impactante.
Pensó que no se llevaría esa impresión porque la segunda vez ya conocía la
sorpresa. Sería como un déjà-vu, sin novedad. Pero no. Le resultó más
impactante todavía. En este segundo viaje no era una estudiante adolescente y
alocada que iba por la calle hablando y riéndose con sus compañeros. Era una
mujer casada en sus primeros años de matrimonio, madre primeriza, visitando
Roma con su familia co-creada y siendo feliz. Con mayores conocimientos de arte
e historia y con mayor apreciación de la belleza artística. Disfrutaba de los
olores a queso parmesano y pizza horneada en leña que desprendían los restaurantes.
Cumpliendo el ritual, lanzó la moneda y pidió el deseo: “Volver”. La otra vez
se cumplió. En esas vacaciones engendraron a su hija Jimena, otro detalle para
clavar aún más en su recuerdo a esta hermosa ciudad.
Un día, estando Nakia
trabajando, encontró por casualidad en Linkedin un fotógrafo que posteaba fotos
de Roma, unas fotos bellísimas. Así que le envió una solicitud de contacto que
él aceptó. Nakia deseaba que algún día este tipo publicase una foto de la
Fontana di Trevi, pero no una foto cualquiera. Ella deseaba una foto en la que
recogiese esas emociones y esos sentimientos de plenitud, de grandeza y de
desproporción que le transmitía aquel lugar y aquel entorno. Incluso algo de la
callecita estrecha para poder proyectar ese contraste entre la pequeña calle y
la grandeza de la fuente en la plaza.
Una noche, Nakia estaba
desvelada. De estas veces que uno intenta dormir aplicando todos los remedios
conocidos y que no hay manera de conseguirlo. Así que se decidió a mirar las
redes sociales, a ver si así, en algún momento, le entraba el sueño.
Encendió el móvil, entró en
Linkedin y lo primero que apareció fue LA FOTO. ¡No se lo podía creer! El
primer post que le aparecía era esa imagen tan soñada. ¡Todo! El conjunto
artístico iluminado por la luz natural del sol, el agua cristalina, los
turistas de alrededor y la esquina por donde apareció Nakia en las dos
ocasiones. Desde una perspectiva aérea, como no podía ser de otro modo.
Esa foto es la que iba a
colgar en su Vision Board. Se había hecho uno desde que Paola Herrera publicó
un vídeo acerca de en qué consistía el Vision Board. Así que ahí, en su corcho,
colgó Nakia la foto de la Fontana di Trevi junto al resto de fotos de las cosas
que quería lograr, a ser posible en el próximo año.
El Vision Board de Nakia lucía
las fotos de sus amigas del barrio, sus amigas del cole, sus amigos de la
ciudad andaluza, su familia y su familia co-creada, pues quería fomentar y
fortalecer los lazos de amistad con su gente. También tenía expuesta una foto
de una cabina telefónica londinense para marcarse el objetivo de conseguir el
nivel C1 de inglés. Además, había colocado una foto de una casa ordenada, de
estas de revista, porque deseaba tener una casa organizada y minimalista. Colgó
en el tablón el logotipo de las charlas TED, una pizarra digital, el logo de su
blog y de la redes sociales, para mejorar su progreso laboral y profesional.
Una foto de un piano para retomar ese hobby, otra foto de una tipa haciendo
deporte para no decaer en la costumbre, y una foto de su amigo Iván.
En esto llegó la pandemia,
primero a Italia y luego a España. Su sueño se vio truncado. Tendría que
posponerlo. No se sabía cuándo terminaría la cuarentena ni de qué manera.
Ahora, por disponibilidad de tiempo, habían cambiado un poco sus prioridades.
Podía ordenar su casa y estudiar inglés. En cuanto todo eso terminase, lo
primero que haría era quedar con sus amigos y familia, ya vería cómo se las
apañaría para encajar tanto evento y actividad social. Pero ya echaba cuentas
de que, hasta mínimo un año más tarde, no podría planificar un viaje a Italia.
Ahí continuaría ella. Viendo
tropecientas veces A Roma con amor. Siempre
persiguiendo ese sueño, siempre deseando volver, siempre persiguiendo a Roma,
la Ciudad Eterna.
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