32. Durmiendo con su enemigo
Voy a explicarlo con un símil – comenzó Nakia – Suponed que hay una campaña
donde se le dice a los negritos de África que cuando tengan hambre, lo único
que tienen que hacer es ir al supermercado a por comida. El supermercado es el
lugar correcto donde encontrar la comida. Es más, se les dice que si necesitan
ayuda pueden llamar al teléfono 037 donde serán asesorados al respecto. Una
persona muerta de hambre llama y le explican que el supermercado se divide en
secciones donde puede encontrar cualquier tipo de alimento: lácteos, verduras y
fruta fresca, pescado, carne, pasta, legumbres…Y que esté tranquilo porque, de
todos modos, el personal del supermercado también está para ayudarle. Así que
esa persona va al supermercado y, con o sin ayuda, llena el carro. Lo que no le
dijeron en ningún momento es que, para llevarse la comida a su casa, estaba
obligado a pagar en caja. Así que deja la comida y se marcha a su casa a seguir
pasando hambre – finalizó Nakia en su metáfora.
—Volvemos a España a la situación que nos atañe – aclaró a su audiencia –
ejemplo de familia media en nuestro país. Un marido mileurista. Una esposa
mileurista. Una cuenta conjunta donde les ingresan las nóminas para pagar luz,
agua, hipoteca, gas, cesta de la compra semanal, ropa, impuestos, seguros
ligados a la hipoteca... Dos hijos. Viven en ciudad dormitorio porque la
vivienda es más barata. En consecuencia, poseen dos coches para acudir a sus
trabajos, con sus dos depósitos de gasolina, sus dos ITVs, sus dos impuestos de
circulación, sus dos seguros de coche, sus revisiones periódicas. Resumiendo:
llegan justitos a fin de mes – Nakia puso en situación a su público.
—Un día, él le da una buena hostia a ella. Ella le denuncia. Como trabaja,
no le asignan abogado de oficio, así que si quiere uno, se lo debe costear.
Trescientos cincuenta pavos. Ella gana el juicio. La condena no es una orden de
alejamiento como le habían vendido en las campañas. La condena es una multa de doscientos
pavos. No una indemnización hacia su persona, no. Una multa. Importe para las
arcas del estado. Su marido también es condenado a pagar las costas del juicio.
Quinientos euros. Así que ella se queda con la hostia puesta, la hostia que le
da el sistema judicial, con su marido en casa y con mil euros menos en sus
arcas familiares. Porque de esos mil euros, la mitad los ha trabajado ella.
—Habrá gente que piense que la esposa maltratada debería divorciarse. Eso
también cuesta dinero. Si es de mutuo acuerdo, más barato. Pero no hay que ser muy
lumbrera para imaginar que si él es un maltratador, fácil, fácil… no se lo va a
poner. Así que el precio sube. Añadidle cada cual la situación que quiera a la
posesión de la vivienda: bienes gananciales, separación de bienes, toda de él,
toda de ella. Esta última sería la mejor opción, desde luego, pero no la más
real o habitual, por desgracia – añadió Nakia.
—Por último, siempre aparecerá alguna amiga ilusa que sugiera hacer lo que
hizo Julia Roberts en Durmiendo con su enemigo. Primera diferencia, la actriz
en la película no tenía hijos. Segunda diferencia, la actriz había conseguido
una segunda identidad. Esto en la vida real es muy difícil de conseguir, a no
ser que te muevas en esferas delictivas. Tercera diferencia, cuando Julia
Roberts mata a su marido dice que un “desconocido” se había colado en su casa.
En la vida real descubrirían que era tu marido y te acusarían de homicidio,
mínimo – aclaró Nakia.
Así que cuando leo noticias del tipo “el 79% de las mujeres que sufren
violencia no lo denuncia”, pienso: “Normal, estando a casi mil euros el
bofetón…” – concluyó Nakia.
El sistema judicial te engaña una vez, pero no dos. Por eso pasa lo que
pasa. La mujer se queda en casa con su marido “intentando cambiarle” o
aguantando la situación. Las que se atreven, que no es cuestión de atrevimiento
o cobardía, lo hacen cuando ya la cosa pinta muy mal – resumió Nakia.
Mientras la Justicia no sea gratuita y universal no se avanzará en nada. A
fin de cuentas, eso es lo que quieren las feminazis. Seguir con su ministerio y
sus chiringuitos atendiendo a las mujeres “desvalidas”. Muchas gracias –
finalizó Nakia.
El auditorio empezó a aplaudir.
Nakia nunca imaginó que aquel capítulo negativo la convertiría en una mujer
que iba dando discursos antifeministas bajo el formato de charla, jornada o
entrevista. Dudaba que su perspectiva estuviera llegando realmente al público.
A ella le llamaban para escuchar su opinión desde su experiencia, mala desde el
principio hasta el final. No entendía qué es lo que le aplaudían.
Cuando abandonó la tarima se acercó a su amiga Rosa que le acompañaba en
todos los eventos.
—No sé exactamente qué aplauden. ¿La tristeza, la rabia, el dolor, la
injusticia? – preguntó Nakia.
—La verdad. Aplauden la verdad – respondió Rosa.
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