21. Luces, cámara y acción

La ciudad de origen de Nakia era una ciudad pequeña donde, quien más quien menos, todo el mundo se conocía. Sobre todo si llevaban toda la vida allí.

—Nakia, mi amiga Sofía me ha preguntado si podría hacerte una entrevista acerca del tema del feminismo, la violencia de género y todo eso. Como eres tan conocida en la ciudad y eres una mujer empoderada… - le pidió Rosa.

—Bueno… empoderada, empoderada… Tampoco es pa’ tanto – contestó Nakia humildemente – y te recuerdo que no soy víctima de violencia de género. La mía se considera violencia común, por no decir de chichinabo – le aclaró a su amiga.

—Ya, ya. Pero sabes a lo que me refiero y a lo que se refiere mi amiga Sofía. Que si ¿te puede entrevistar? – Volvió a preguntar.

—Sí, no tengo inconveniente. Es por lo que ha dicho la ministra, supongo – adivinó Nakia.

—Supones bien. Es tu oportunidad para hacerte oír – le incitó Rosa.

Rosa le proporcionó el móvil de Nakia a Sofía, quien le indicó el lugar, fecha y hora para la entrevista.

Era mayo. La entrevista transcurrió en unos jardines cuyas plantas y flores estaban en toda su explosión primaveral.

—Hola. Buenas tardes. Hoy tenemos con nosotros a Nakia, una mujer maltratada pero que no entra en las estadísticas de violencia de género ya que su agresor no tiene ningún tipo de relación con ella. Como ustedes saben, ha dicho la señora ministra que estamos ante una “alerta machista” porque han muerto cinco personas en 72h por violencia de género. Achaca esto al “discurso negacionista”. Ha aprovechado para enviar un mensaje a la sociedad recordando “el compromiso de las instituciones para erradicar esta lacra” y a las mujeres maltratadas el mensaje de que “no están solas”. Tampoco sabe qué es lo que está fallando. Por eso, vamos a preguntar a Nakia, como víctima, acerca de los errores que cree que se cometen en estos procesos – exponía Sofía mirando a cámara.

“Nakia, una mujer maltratada”. Estas palabras le rebotaban en los oídos y en la cabeza. Nunca nadie la había presentado así. Ella se presentaba como Nakia. El resto de personas siempre le habían presentado como “mi amiga Nakia”, “Nakia, mi esposa”, “mi hermana Nakia”, y en el mundo empresarial como “Nakia, licenciada en…”, “Nakia, jefa del departamento”. Pero “Nakia, una mujer maltratada” le hacía estremecer el alma.

—Buenas tardes, Nakia – saludó la presentadora.

—Buenas tardes – saludó Nakia, despertando de su ensimismamiento.

—Supongo que habrás escuchado las palabras de la ministra estos días – dedujo la entrevistadora.

—Sí, lo he oído – respondió Nakia.

— ¿Cuál crees tú que puede ser el fallo o los fallos principales en los procesos de violencia de género? – preguntó Sofía.

—Bueno. En mi opinión, creo que el principal fallo es la inmensa focalización en la consecuencia, y no en la causa. Se centran totalmente en las víctimas asesinadas y en la Ley VioGen, descuidando el origen del problema, los agresores y el resto de violencias. Cuando se focaliza tanto en la Ley VioGen, se menosprecia, se descuida y se infravalora el resto de violencias, como si fuesen violencias “menores”, “leves” o "de segunda" y, precisamente, son el caldo de cultivo para futuros maltratadores de mujeres.

—Humm, es un punto de vista interesante ¿Podrías especificar exactamente a qué te refieres cuando dices que se infravaloran otras violencias? – interrogó la presentadora.

—Empiezo por la violencia en el ámbito escolar, acoso escolar, bullying o como se quiera denominar. Niños maltratadores y acosadores que quedan impunes. Suele ser la víctima quien se cambia de centro escolar y quien recibe el asesoramiento psicológico. Los “malotes”, con suerte, son expulsados unos diítas a su casa, y chimpún. La sociedad dictamina: “eso es culpa de los padres”. Pero esos chavalotes no reciben sesiones de reconducción actitudinal, ni de reeducación, ni nada. ¿Acaso alguien cree que esas criaturas no maltratarán a sus parejas el día de mañana? En cuanto a las instituciones tan comprometidas, los padres de las víctimas se dirigen a la Consejería de Educación de turno y reciben respuestas del tipo “una vez estudiado su caso, procedemos a informarle de que en el centro educativo se está aplicando la LOMCE”. Esta es la realidad que debería saber la señora ministra. Y sí, esa madre y su hijo/a se sienten solos, desamparados, incomprendidos e ignorados. Así que habría que comenzar a evaluar y corregir los protocolos de la violencia escolar – sermoneó Nakia.

—Claro, es que en este caso la violencia de menores sigue unas leyes que nada tienen que ver con la de Violencia de Género – interrumpió la entrevistadora, dando pie a que Nakia continuara en su discurso.

—Efectivamente. En consecuencia, continúo con la violencia filioparental. Niños y adolescentes que pegan a sus padres. Si tiene más de 14 años, queda la posibilidad de denunciarle. Si la criatura tiene 8, 10 u 11 años es “in-im-pu-ta-ble” – recalcó Nakia pronunciando dicha palabra por sílabas - Si los padres denuncian esto se deriva a “protección del menor” ¿Y quién protege a la madre? Pues la madre que se busque la vida. Es más, van a ser los padres, como consecuentes de la mala educación impartida a su criatura, los que van a tener que ir a las reuniones de servicios sociales, mediación familiar, programas contra la violencia familiar, talleres de resolución de conflictos, asertividad, empatía y demás. Así que la madre se come las agresiones y las “reunioncicas”. Entre reunión y reunión transcurre el plazo de dos meses, porque las citas las van dando como en el sistema sanitario (para que la audiencia se haga una idea). Esta es otra realidad que debería conocer la señora ministra. Y sí, esa madre también se siente sola, desamparada, incomprendida, ignorada, incluso acusada y juzgada sin serlo – dijo Nakia.

—Ya. Pero los menores son un mundo aparte – discutió Sofía.

—Los menores son el caldo de cultivo, son los potenciales futuros agresores y maltratadores – razonó Nakia – Es más, nos pensamos que educar en la “no violencia” es ir a darle a toda la clase dos charlas durante el curso escolar.

— ¿Qué propones entonces como solución? – preguntó la presentadora.

—No, espera, que todavía no he acabado. Sigo con la violencia normal, la de siempre, la de toda la vida, la que está sin bautizar, sin etiquetar. En un pueblo, el vecino del nº 9 pega tres bofetadas a la vecina del nº 11 porque ha aparcado en la puerta de su casa y le ha ocupado “su trozo de calle”. ¡Ojo! En realidad, esa es la excusa. Le zurra porque es una tía. Si fuese un tío otro gallo cantaría. Como entre ellos no existe ninguna relación sentimental, familiar, ni laboral, pues no se considera violencia de género. La vecina se desplaza 20, 30 o 40 km hasta el cuartelillo de la Guardia Civil y en horario de 9 a 14h (cosillas de la España rural, no todos vivimos en los madriles), pone la denuncia y llega el juicio. Lo gana, sí. Pero no gana nada. Al vecino le ponen una multa de 30, 60 o 90 € (según esté el precio de la guantá), y chimpún, dinerito para las arcas del Estado. No hay indemnización para la víctima. Y sí, esa vecina, aun habiendo ganado, es otra mujer más que se siente sola, desamparada, incomprendida e ignorada. Quedándose con la sensación de que denunciar no le ha servido de nada – declaró Nakia.

—Nakia, habrá gente que opine: “Hombre, por tres bofetones tampoco le van a poner una orden de alejamiento ni va a ir a la cárcel” – dijo Sofía.

—Bueno, pues si te lo hace tu marido sí, pero si te lo hace tu vecino, no – manifestó Nakia - El caso es que hay que ir al trasfondo que es: “Si este tío pega a su vecina que no le toca ná, ¿qué no le hará en casa a su esposa y a sus hijos si los tiene?” La respuesta no le importa a nadie, ni al juzgado ni a las instituciones, porque el caso de la vecina se ha resuelto satisfactoriamente y eso es lo que vale para las estadísticas, en este caso de la violencia común.

—O sea, ¿quieres decir que hay que ir un paso por delante? – preguntó la locutora.

—Lo que vengo a decir es que, además de asistir psicológicamente a las víctimas, se debería establecer sentencias con obligatoriedad para los agresores de asistir a sesiones de reeducación o reinserción. Sí, aunque no se pase por la cárcel. Una multa y tres meses en un programa de reeducación o inserción. Que sean ellos los que tengan que pedir permiso para ausentarse en sus trabajos y dar explicaciones, los que tengan que abandonar temporalmente sus extraescolares, y los que tengan que cambiar sus rutinas. Agresores de cualquier edad, en programas adaptados a su edad. Hay que poner el ojo en ellos, sin descuidar a las víctimas, por supuesto – explicó Nakia.

—Eso elevaría los presupuestos – insinuó la conductora de la entrevista.

—No necesariamente. Se trata de gestionar mejor el dinero, no de tener que emplear más – concretó Nakia - Cuando se dice que hay que tratar el problema desde el origen, implica todo esto que estoy contando. Conlleva más acciones que ir a los colegios a dar dos charlas al año para todo el alumnado. Es necesario desarrollar y aplicar programas concretos, específicos y especializados dirigidos a los agresores. Se debe reforzar y aumentar los recursos en las instituciones, incluyendo centros educativos. Aumentando plazas de psicólogos, pedagogos, psicopedagogos, psicoterapeutas y lo que sea, que parece que las dan con cuentagotas.

—Muchas personas pensarán que los niños deben ser educados por sus padres, no por psicólogos ni pedagogos – expuso Sofía.

—Los niños y adolescentes se mueven en dos núcleos, el familiar y el escolar. En su día, se quitó autoridad a los padres y al profesorado (que no hablo de zurrar a los chavales, no). Ya dice el refrán: “De aquellas aguas, estos lodos”. Hablo de la autoridad sana y de los valores del esfuerzo y la responsabilidad. Por eso, ahora hay que recurrir a recursos externos para esa educación que falla en las casas y que falla en los centros educativos. Está claro que cuando un chaval agrede a otro o a sus padres, alguien ha fallado en su educación. Y cuando hay un problema, además de buscar los responsables, hay que ofrecer una solución – sentenció Nakia.

—Además de esta propuesta de asistir a los programas de reeducación y reinserción en casos de condenas por violencia ¿existen más fallos en el sistema? – preguntó la presentadora.

—Otra sugerencia sería aunar todas las violencias en una sola y revisar todos los protocolos a todos los niveles, porque como se puede observar, todos están mal. La ministra se centra y se alarma ante las mujeres asesinadas y tiene la poca vergüenza de decir “no se ha llegado a tiempo” ¿A tiempo de qué? ¿Es que está esperando a algo? Esta señora debería saber que el asesinato, y más en este ámbito, no es un crimen súbito y pasional como nos han pintado en las películas. No. Antes de eso hay desprecios, humillaciones, gritos, insultos y agresiones no mortales. Y explico, las agresiones no mortales son pellizcos, collejas, tirones de pelo, arañazos, escupitajos, bofetones, puñetazos, patadas, abusos y violaciones, entre otras cosas. Una tortura china, gota a gota, día a día ¿A qué tienen que esperar para llegar a tiempo? ¿A que se colme el vaso? ¿Esta señora se oye cuando habla? Cuando ensaya los discursos del “todas, todos y todes”, seguro que sí. Pero cuando improvisa el discurso sobre la marcha… - Nakia ya se estaba encendiendo. Una cosa es la violencia y otra el feminismo. Términos y conceptos que se mezclaban en la sociedad, en los medios y en la política de manera indiscriminada – Parece que el pensamiento es: “Mientras no las maten, vamos bien”, y no, no vamos bien, porque antes de llegar al asesinato se da mucha violencia impune, que es lo que les hace venirse cada vez más arriba a los malnacidos – manifestó Nakia.

—Vale, llevamos la propuesta de poner todas las violencias al mismo nivel o aunarlas en una sola – resumió la entrevistadora – ¿Algo más que, según tú, sea necesario para prevenir la violencia contra la mujer?

—Una última sugerencia es que, en mi opinión, se debería pedir un certificado de penales en todos los trabajos, acompañando al CV, incluso aunque no se trabaje con un colectivo vulnerable. Si mi compañero de trabajo zurra a su mujer en casa, es muy probable que se crea con derecho a tocarme el culo en la oficina. Esto se podría evitar, en parte, requiriendo dicho certificado para optar a un puesto de trabajo, el que sea. Y debería ser un trámite fácil y rápido como solicitar la vida laboral. Si me apuras, debería ser un documento “dos en uno”. Para ellos y para ellas – indicó Nakia relajando el tono al intuir que la entrevista estaba llegando a su fin.

—Por último, Nakia. ¿No crees que, por ejemplo, el tema de las denuncias falsas hace flaco favor a toda esta lacra que llevamos arrastrando desde hace décadas? – interrogó la periodista.

—Por supuesto. Hablando de ellas. Habría que revisar el tema de las denuncias falsas. Sí, ya sé que según las estadísticas es un porcentaje mínimo, pero chica, que también se oye mucho y hace mucho daño. En el mundo idílico que nos quieren vender son muy pocas. En el mundo real, creo que casi todos conocemos a alguna, lo que en mi época se llamaba, mala pécora, mala víbora o pelandrusca. Y ya te digo yo que hay muchas sueltas – expresó Nakia entrecerrando los ojos a modo de aviso – El tema es que ahora esta señora dice que necesita una solución rápida a corto plazo, después de haber sembrado un sistema repleto de defectos y lagunas bastante mejorables. Los políticos tratan de vendernos los mundos de Yupi. Mientras hacen eso, la realidad va por otro lado y, generalmente, a mayor velocidad que sus burocracias. Ahora le entran las prisas y, claro, las prisas no son buenas. En consecuencia, se implantará otra chapuza para parchear la situación. Si realmente se quiere acabar con todo esto, se debería pensar más a largo plazo.

—Nakia, se nos está acabando el tiempo y estamos llegando al final del programa ¿hay algo más que quieras añadir? – preguntó la profesional del medio de comunicación.

—No. Simplemente, yo he expresado mi opinión desde mi experiencia personal. Si preguntasen a todas y cada una de las mujeres maltratadas en este país, es posible que se concluyese un enorme brainstorming de fallos en el sistema. Y quizás, se podría deducir que hay que cambiar las leyes con penas algo mayores, pero sobre todo, como ya he dicho, aplicando la reeducación y la inserción desde el comienzo del proceso. Porque una persona que agrede a otra, no entiende de respeto y no sabe convivir con los demás en sociedad. Desde ese momento, es cuando habría que comenzar a reeducarla – resumió Nakia.

—Bueno, Nakia. Un placer haberte tenido aquí esta tarde con nosotros en el programa. Encantada de conocerte.

—Igualmente – interrumpió Nakia.

—Ojalá tus sugerencias propuestas sean escuchadas por las personas adecuadas y con la competencia para tomar decisiones y soluciones ante esta lacra social. Un saludo – se despidió Sofía - Y a ustedes, como siempre, agradecerles su atención y recordarles que nos vemos la semana que viene, en el mismo día y a la misma hora. Gracias. Les queremos.

Se apagaron las cámaras. Nakia emprendió camino a su casa. Su silueta desapareció al final de los jardines bajo la luz del atardecer.

Relato inspirado en la canción Sola de Diana Navarro 

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