17. Uno más, uno menos

Se acercaba Nochevieja. Tocaba hacer inventario del año. Solo de las cosas buenas para mitigar las cosas negativas.

Aunque aquel año de pandemia todo el mundo felicitaba mencionando la frase “que le den al 2020” y cosas parecidas, Nakia pensaba que su año no había sido tan malo, simplemente diferente.

Cierto es que la enfermedad no le había tocado tan de cerca, y lo más cerca que estuvo acabó con final feliz.

Estaba orgullosa por haber logrado parcialmente, aún en ese año tan horripilante socialmente hablando, la gran mayoría de sus objetivos.

Bebió más agua, tal como se propuso. El confinamiento ayudó a ello. Se descargó una aplicación que le avisaba a cada hora de que debía beberse un vaso. Al estar en casa, fue fácil de cumplir.

Tuvo que cambiar el propósito de salir a andar una hora diaria por el de hacer bici estática, ya que los horarios de salida del confinamiento, teniendo a los niños en casa, no le permitían crear una rutina. En realidad, con tantos cambios que hacía el gobierno de turno, era casi imposible crear rutinas de exterior. Así que se marcó rutinas en casa. Por supuesto, saltó en la colchoneta elástica de sus hijos que tenía instalada en su patio.

El objetivo de perder doce kilos, se fue un poco al traste por el mismo motivo, el confinamiento. Tantas horas en casa, probando a hacer recetas nuevas, poco sanas, of course, no era la situación más idónea, aunque se contrarrestasen con la bici y la colchoneta. Sin embargo, a pesar de esa curva ascendente y descendente según temporadas, la báscula le indicó que había perdido cinco kilos a final de año. Tampoco estaba mal. Si seguía así, en otros dos años habría perdido quince kilos. Lo importante es conseguir los objetivos aunque la consecución se prorrogue algo en el tiempo.

También reinició sus estudios de inglés, entre otras cosas, porque era necesario para su trabajo y se vio obligada a ello.

Las relaciones de amistad con sus amigos fueron distintas. Las videoquedadas hicieron que pudiera tomar café con sus amigas, tanto las que vivían en la ciudad de origen como las que estaban fuera. Era el primer año que todas quedaban juntas sin ser puente o Navidad. Con sus amigos andaluces también hacía videollamadas sin tener que esperar a ningún acontecimiento en especial. Aunque siempre ponían un motivo como pretexto para telereunirse.

El último fin conseguido fue el de tener su casa un poco más organizada.

Una ventaja de la pandemia fue tomar el sol en su terraza, más que ningún año. Su piel estaba más morena que otros años, sin apenas salir.

El propósito sin cumplir: viajar a Italia. Aunque ella sabía que algún día volvería a ver su Fontana di Trevi.

A pesar de no ser un mal año, Nakia deseaba volver a la antigua normalidad. Echaba de menos salir a andar, sin mascarilla. Quería aprender a montar en bici para recorrer rutas con bellos paisajes.

Volver a quedar con sus amigas de colegio a tomar unas cervezas o a comer. Sin mascarillas. Sin gel hidroalcohólico y sin guardar distancias. Tocar el brazo de alguna de sus amigas a la vez que le diría: “¡Me gusta tu blusa! ¡Te queda muy bien!”. Hablar a voces y reír.

Volver a quedar con sus amigas de siempre a tomar café para recordar viejos tiempos y cotillear acerca de la gente de su época. Solas. Despreocupadas de ser escuchadas por sus maridos e hijos. En las videoquedadas siempre había “ropa tendía” alrededor.

Volver a quedar con sus amigos andaluces. Reír a carcajada limpia, hacerse fotos absurdas que serían la anécdota y el recuerdo en el futuro. Celebrar algún evento pendiente bailando Paquito el chocolatero agarrados por la cintura. Acariciar los mentones afeitados de ellos al mismo tiempo que les diría: “¡Qué guapetón te veo!”. Recordar momentos de antaño, momentos repletos de risa porque así los habían protagonizado. Fotazas. Bajo el pacto, explícito o no, de no subir ni compartir en redes sociales. Sus momentos, sus risas, sus recuerdos, sus raíces, sus secretos, su intimidad como pandilla.

Volver a quedar con su familia. Comidas, cenas y eventos familiares donde se aceptan a todos los comensales. Incluso a las “parejas de…”. Todos sentados en la misma mesa. Bueno, los niños aparte, para que quede en el recuerdo lo bien que se lo pasaban con los primos. Celebraciones en las que solo se abrían las ventanas porque la calefacción estaba a tope y había mucha gente en el salón comedor.

Eso es lo que Nakia deseaba a su gente. Que el año que viene volviera a la normalidad cuanto antes. Que todo el mundo pudiera adquirir esa libertad que les había sido robada de alguna manera. Que toda su gente intentase recuperar la normalidad en la medida de lo posible. Hacer todo lo que te gusta, deporte, eventos culturales, eventos sociales, viajar... Cualquier cosa. Sin mascarilla, sin gel hidroalcohólico y, principalmente, sin distancia.

Deseándoos lo mejor. Deseándoos que cumpláis vuestros sueños y proyectos. Deseándoos bienestar para vosotros y los vuestros…

Con una amplia sonrisa y con las mayores ganas de juntarse otra vez en la más antigua normalidad, Nakia os desea un Feliz y Próspero Año Nuevo.

Un abrazo y un beso a todos y cada uno de vosotros.

Relato inspirado en la canción Marta, Sebas, Guille y los demás, de Amaral.

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