23. A través del chat
Era verano y Nakia había bajado a la ciudad andaluza a visitar a su
pandilla. Estaba sentada lejos de Iván en la mesa del restaurante. Sus miradas
se cruzaron. Él le guiñó un ojo y ella le devolvió el mismo gesto. Durante los
postres, ella se levantó y se sentó junto a él en la silla vacía que algún
colega había dejado libre. La rodilla izquierda de Nakia tocaba la rodilla
derecha de Iván. Ambos sentían el calor mutuo atravesando sus vaqueros. Hablaron
de todo un poco, preguntándose qué tal la vida.
—A veces, ¿no te dan ganas de mandar todo a la mierda y desaparecer? –
preguntó Iván.
—Muchas. Pienso que debería fugarme a Botswana. No por nada en particular,
simplemente es un país africano con bastante desarrollo turístico y parece que
la economía empieza a emerger ligeramente. Sería el lugar ideal para comenzar
una vida sin que nadie me conozca. Allí nadie de los míos me buscaría –
respondió ella.
— ¿Alguna vez te has planteado si has tomado decisiones equivocadas en la
vida? – preguntó él.
—No me lo he planteado. Sé con total seguridad que así ha sido, pero ya no
puedo arreglarlo – claudicó Nakia.
—O sí, depende de la decisión y la situación – sugirió él.
—Ya es tarde. Hay vidas que se viven en paralelo y, desgraciadamente, nunca
llegan a cruzarse – lamentó ella.
—Si volvieras a nacer o te reencarnases ¿qué harías en tu próxima vida? –
preguntó Iván.
—Buscarte – respondió Nakia con absoluta decisión – Buscarte hasta
encontrarte. Podrás aparecer como pareja, como hermano, padre, abuelo, vecino,
jefe, compañero de trabajo o yo que sé. Espero reconocerte antes para no
dejarte escapar. En esta vida me has pillado despistada – sonrió Nakia.
—Joder, Nakia. Eres tan sincera y tan directa que me dejas sin palabras. La
verdad que eso me encanta de ti. Recuerdo cuando nos llamábamos por teléfono
¡Qué tiempos! Y de pronto, dejamos de llamarnos ¿por qué? – preguntó él.
—Cosas de la vida. No sé. Cada uno va entrando en sus rutinas… La verdad es
que no lo sé. Sucedió así, sin más. Supongo… – mintió Nakia.
Ella sabía perfectamente por qué había dejado de llamarle. Su sentimiento
de amiga le impulsaba a confesárselo. Su sentimiento de madre, por el
contrario, se lo impedía. No era el momento ni el lugar. Nunca lo era. No
quería removerle sentimientos ni emociones.
Apenas segundos atrás él le había declarado que le encantaba que fuese tan
sincera y tan directa hasta dejarle sin palabras y, paradójicamente, allí
estaba ella mintiéndole, ocultándole la verdad, sin contársela con palabras. Guardándoselas
en silencio. Encerradas en su alma.
Esa pregunta de “por qué dejaron de llamarse” que de vez en cuando le
formulaba Iván de manera inocente, le hacía sentir a ella una malísima persona.
Así que no le quedaba otra alternativa más que interrumpir el contacto visual y
desviar la mirada hacia algún punto del salón.
—Me encanta charlar contigo, por teléfono o en persona – dijo Iván al mismo
tiempo que le apretaba la rodilla con la mano para atraer de nuevo su atención.
—Es que me has guiñado un ojo y me he visto obligada a acercarme – aclaró
ella.
— ¡Ah, ¿sí?! Si te guiño un ojo ¿vienes? – preguntó él.
—Bueno, si me guiñas un ojo significa que nuestras almas se saludan. Por
eso me acerco, para hablar un rato. Primero está el saludo de los cuerpos, de
las personas, con el típico abrazo, beso, qué tal estás, cuánto tiempo, etc. Y
luego está el saludo de las almas. Se produce cuando las miradas se cruzan y la
otra persona te sonríe o te guiña un ojo. Si la otra parte te corresponde en
ese gesto, significa que las almas se están saludando – explicó Nakia — Por
ejemplo, imagina cuando vas por la calle, saludas a alguien pero esa persona no
te saluda porque no te ha visto. Lo mismo sucede cuando, por ejemplo, en una
panadería, sonríes a alguien y esa persona no te sonríe. Su alma “no te ha
visto”. Sin embargo, si te devuelve la sonrisa significa que las almas se
saludan. Y como nuestras almas se saludan con frecuencia, ése es el motivo por
el que creo que nos conocemos de una vida anterior – prosiguió ella.
—Tía, nunca me había hecho ese planteamiento. Ahora que lo dices, suena
bonito. Implica complicidad – dijo él.
—Tú sabes que siempre te he dicho que me siento muy a gusto y muy cómoda
contigo, que tu voz me relaja, que me transmites tranquilidad y serenidad, que
me siento como en casa, que tu alma, tu espiritualidad, tu sentimiento y tu
emoción me envuelven. Una sensación tan extremadamente reconfortante que tengo
la convicción de que hemos coincidido en el pasado – declaró ella.
— ¡Mamá, mamá! ¡Jimena nos está quitando el balón y nos está fastidiando a
los chicos! ¡Estábamos jugando al fútbol tranquilamente y viene ella a jorobar!
– interrumpió Guillermo.
—Voy a poner un poquito de orden – manifestó Nakia a Iván. Se levantó de la
silla al mismo tiempo que le guiñaba un ojo. Él le sonrió. Sus almas se estaban
despidiendo hasta la próxima.
Desde entonces, siempre que Iván le enviaba un mensaje de WhatsApp lo
acompañaba con el emoticono del guiño. Ella también así le respondía.
Era el modo en que sus almas se saludaban a través del chat.
Comentarios
Publicar un comentario
Expón tu comentario u opinión de manera constructiva y respetuosa. Gracias de antemano.