28. Al ritmo de Oasis

Nakia se acicaló para salir a pasear.

Llevaba un par de meses trabajando en la isla y necesitaba momentos de soledad. Su trabajo de cara al público le absorbía. Obligada a estar rodeada de gente, hablando, sonriendo y estando atenta a satisfacer las exigencias y antojos de los clientes. Desde que abría la puerta de su habitación por la mañana, hasta que se encerraba en su cuarto por la noche.

De ahí que, en su tiempo libre, deseara estar sola.

Se vistió con un mono rojo corto, unas esparteñas rojas y se pintó los labios rojos. Aun en su ansiada soledad se sentía empoderada.

Tras un largo paseo, entró en un pub a tomarse una copa. Escuchaba música mientras observaba a los jóvenes y se ensimismaba con sus pensamientos acerca de proyectos y planificación de metas.

De pronto, su mirada se cruzó con la de un chico que la observaba unos metros más allá desde la barra. Ella sonrió y el muchacho se acercó.

—Hello, are you alone? – saludó él.

—Yes, I am – contestó ella.

—Oh, great! My name is Thomas, Tom. And yours? – se presentó él.

—My name is Nakia – respondió.

—Oh, what a beautiful name! And tell me, why are you alone? – preguntó él.

Así entablaron conversación durante tres horas mientras bebían algunas copas más.

Ella le explicó que trabajaba en la isla y, estaba tan saturada de gente, que le gustaba salir sola. Él, recién divorciado, viajó a la isla de vacaciones, sin planes, para poner orden en su cabeza. Era su primer día en la isla. Se sentía afortunado por haber conocido a Nakia al rato de llegar a su destino.

Casualmente, observaba a Nakia y, cuando sus miradas se cruzaron, su sonrisa natural le cautivó.

Tom la acompañó hasta la puerta de su casa. Quedaron para el día siguiente. Tom agarró a Nakia por la cintura con decisión y la besó.

— ¡Wow! – pensó Nakia – Le he gustado.

A ella también le gustó Tom. Era un chico muy normal, con cierto aire atractivo. Casi fue más su conversación lo que atrajo a Nakia. Habían dialogado durante horas de diversos temas sin apenas conocerse. Ahora tenía esa típica sensación de conocerse de toda la vida.

A la noche siguiente, después de finalizar Nakia su jornada de trabajo, ambos se presentaron a la cita. En un momento de la conversación, él le confesó que le había encantado el beso de la noche anterior. Ella le confesó que había sentido lo mismo. A raíz de ahí, se enrollaron y se dieron el lote en el sofá del reservado del pub, casi a oscuras, rodeados de otras parejas que se encontraban en los mismos menesteres entregadas a su amor. En el pub todo fueron besos, caricias y manos por debajo de la ropa. Más tarde se fueron a casa de Nakia.

En su cama, hicieron el amor al ritmo de Oasis. Nakia consideró espectacular este coito. Tom era diez años mayor. Ya había tenido pareja estable.

Tom le proporcionaba todo lo que se podría esperar de un príncipe azul: cariño y dulzura, acompañados de seguridad, protección y experiencia. Él llevaba la voz cantante en aquella relación sexual, procurando que Nakia se sintiese cómoda y confiada en todo momento. Su objetivo era la satisfacción de Nakia. Tom era atento, facilitaba las posturas, utilizaba preservativo, proporcionaba diferentes juegos, era bromista… Todo partía de él. Se anticipaba a los deseos de Nakia. Se sentía relajada.

Hasta entonces, las experiencias de ella, le habían dejado la sensación de que eran ellos quienes buscaban su propio placer sin preocuparse demasiado en la satisfacción de Nakia. Siempre hablaba con sus parejas con el fin de convencerles sobre lo que quería o no, sobre lo que le gustaba o no… Ellos rechazaron algún juego por resultar incómodo o asqueroso.

—Andaaaa, vamos a probar esta postura… - sugería ella.

—No, es que ya estoy un poco cansado – se excusaban ellos.

Parecía más una negociación que un intercambio espontáneo. Ella no tenía queja de sus amantes, pero con Tom se dio cuenta de lo mucho que se había perdido hasta entonces.

Tom solo necesitaba una palabra de Nakia para respetarla y no insistir cuando ella decía un no, o actuar de inmediato si exclamaba un sí. Tom, debido a su experiencia, enseñó muchas cosas a Nakia sobre el sexo.

Después, picotearon algo en la cocina, al mismo tiempo que escuchaban a los Gun. Como buen inglés, le gustaba la música británica: Oasis, Blur, Queen, The Stone Roses, Radiohead, Gun, The Cure…

A la mañana siguiente, Nakia no trabajaba porque era su día libre. Se alquilaron un coche y condujeron hasta una cala solitaria.

Hicieron el amor en el mar. Tom sostenía a Nakia entre sus brazos mientras le penetraba suavemente. Luego, sobre la arena, él le besaba acariciándole los pechos. Deslizaba una de sus manos bajo la braguita del bikini y le manoseaba el clítoris a la vez que le introducía los dedos.

Cuando terminaron del día de playa, fueron a pasear y cenar a un pueblo cercano. De vez en cuando, algunos extranjeros se paraban a hablar con Tom y se fotografiaban con él.

— ¡Qué raro! Si es un turista que lleva tres días en la isla ¿cómo es que todo el mundo le conoce? Es imposible que le conozca tanta gente en tan poco tiempo. Incluso le piden fotos y autógrafos – se extrañó Nakia.

Cada vez que entendía que le pedían permiso, ella se retiraba para guardar distancia y permitir a esas personas fotografiarse con Tom. Incluso, a veces, la invitaban a colocarse en la foto. Ella no se negaba por no hacer un feo.

Su sospecha se convirtió en una deducción certera.

—Tom ¿por qué todo el mundo se quiere hacer fotos contigo? Cuando nos conocimos, me dijiste que acababas de llegar a la isla ¿Te conocen? ¿Eres famoso? – indagó ella.

—Bueno – comenzó su explicación – Soy periodista deportivo en una televisión nacional en Inglaterra los fines de semana. Por eso me conoce tanta gente.

— ¡Ah, ya decía yo! – Exclamó Nakia – A ti no te persigue la prensa del corazón ¿no? A ver si nos están siguiendo y fotografiando metiéndonos mano en el pub, en la playa…

—No. No soy un personaje del corazón. No creo que se preocupen por mi vida privada. De hecho, me he divorciado y no ha salido en la prensa. Lo que pasa es que la gente me ve en sus vacaciones y es normal que quieran hacerse fotos. Cosas de la popularidad – añadió él.

—Ya. Es que a ver si me van a colocar a mí como la novia o romance de verano. Lo cual no me importa, pero no me gustaría salir en las revistas del corazón ¡no jodas! – se asustó ella.

—No te preocupes. Primero, porque saldrías en la prensa británica pero no en la española. Allí no te conoce nadie. Segundo, soy periodista deportivo. Tengo muchos contactos periodistas de otros ámbitos. Nos debemos favores unos a otros. Quédate tranquila – le calmó él transmitiéndole seguridad, protección y madurez.

Continuaron su romance cuatro días más.

A Tom le encantaba bailar. Todas las noches iban a alguna discoteca. Bailaban, hablaban, se tomaban alguna copa y se marchaban a casa de Nakia o al hotel donde se hospedaba Tom.

El último día, Nakia se despidió de Tom a pie del autocar que le trasladaba al aeropuerto. Se besaron durante un par de minutos. Una señora inglesa le dio la orden de subir al bus:

—Come on! Get on the bus!

La guiri metiche, imitando distintas voces, simuló la siguiente conversación:

—See you next year, darling! I love you!

—I love you too. I’ll be yours forever.

Tom le pidió a Nakia:

—Vente conmigo a Manchester. Viviremos juntos en mi casa.

—Si no he hecho ni las maletas. No puedo abandonar mi trabajo de la noche a la mañana sin previo aviso – razonó ella.

—No te digo ahora. En una, dos o tres semanas. El tiempo que necesites. En cuanto puedas – propuso él – Nada te ata a esta isla.

—Lo pensaré – prometió ella con una sonrisa.

Los días posteriores a la despedida, Nakia estuvo pensando sobre si marcharse a Manchester o no. Le faltó muy poquito para hacerlo. El corazón le empujaba a estar con Tom, pero la cabeza le frenaba. Si luego algo saliese mal, ella no tenía a nadie en el país británico.

Un par de cartas después, él le abrió los ojos. Le escribió que ese flirteo había sido una experiencia muy agradable y muy bonita para el recuerdo, pero que no podrían mantener un romance, ni siquiera una amistad, en la distancia. Probablemente no volverían a coincidir en la vida.

Nakia no lloró. Es posible que él le transmitiese este mensaje con madurez o, quizás, Nakia había madurado a su lado. Sabía que, efectivamente, llevaba toda la razón.

Relato inspirado en la canción Física o química de Los Despistaos.

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