29. Crêpes de chocolate

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Hacía diez minutos que habían regresado de casa de Eric, Adeline y Charlie. Nakia se puso un camisón de raso color burdeos y unas zapatillas de estar en casa a juego.

Estaba en la cocina preparando unos crêpes para desayunar. Le encantaba ese dulce. Lo preparaba con mucho mimo, sabiendo que después lo untaría de crema de chocolate. Deseaba que le saliera perfectamente redondo.

Sostenía la sartén con una mano mientras la agitaba ligeramente para que la masa no se adhiriese a la superficie. El otro brazo lo colocó en jarras en su propia cintura.

Inesperadamente, Álex, desde atrás, le rodeó la cintura con sus fornidos brazos. Este gesto le encantaba a Nakia. Se sentía protegida y segura con él. Ella se giraba ligeramente y le miraba a los ojos. Saludándose las miradas. Desde fuera, esta estampa rebosaba amor por doquier.

— ¡Uumm, qué bien huele! – exclamó Álex mientras cerraba los ojos deleitado por el aroma de la masa.

Nakia sentía la respiración de Álex en su cuello, mientras él le rozaba el lóbulo de la oreja con la punta de su nariz.

El corazón de Nakia empezó a acelerarse. No podía evitarlo. Cada vez que se encontraba en los brazos de Álex su cuerpo respondía como cuando era quinceañera. Incluso cuando se acurrucaba junto a él en el sofá para ver la tele, sus mejillas se sonrojaban al sentir el calor corporal de Álex.

Allí en la cocina, Álex apretó las caderas de Nakia contra las suyas para que sintiera sus genitales. Bajó los tirantes del camisón y empezó a besar a Nakia por los hombros y la zona cervical, dejando notar su profunda respiración.

—Se me va a quemar el crêpe – le avisó Nakia.

—Yo también estoy que ardo – le incitó Álex - ¿De qué los vas a hacer?

— ¿De qué va a ser? De chocolate – respondió ella – Aquí está el tarro.

Álex lo cogió de la encimera, lo abrió, y cogiendo un buen pegote con el dedo, lo untó por los hombros de Nakia al mismo tiempo que lo lamía con su lengua con movimientos intensos.

Nakia apagó la vitrocerámica, apartó la sartén y se apoyó en las manos sobre la encimera, al mismo tiempo que abría ligeramente sus piernas.

— ¿Y esta postura? – preguntó él con picardía.

—Es que no me puedo resistir a ti, a tus besos, a tus caricias, a tus movimientos. Me pones cachondísima – respondió Nakia en susurro.

—Yo vengo encendido desde que salimos de casa de Eric – insinuó él.

—Puf, no me lo recuerdes. Vaya panorama – dijo ella.

—Vámonos a la cama – propuso él. Mientras con una mano rodeaba a Nakia y la empujaba hacia el dormitorio, con la otra cogió el tarro de la crema de chocolate.

— ¡Qué! ¿Qué te ha parecido la experiencia? – Preguntó Álex – Te has atrevido con cosas nuevas…diferentes.

—La verdad es que la crema de chocolate hace que ciertos puntos del sexo oral sean más llevaderos – afirmó ella.

—El chocolate con nata ¿estaba bueno? – bromeó él.

— ¡Eh, no te pases un pelo! – Se enfadó ella – Sabes que eso no me gusta. Has aprovechado la coyuntura.

—Nakia, ya te he dicho que ha sido sin querer. No me he podido controlar. Lo siento – se disculpó él.

—Pues si lo sientes, no te cachondees – le reprochó ella – Por lo demás, ha sido magnífico – dijo quitándole hierro al hecho de que se corriera en su boca - ¡Espectacular! Una imprevisible e inesperada mezcla de sabores y sensaciones, dulce y pringoso al mismo tiempo. En ocasiones, quizás, algo asqueroso…

— ¿Asqueroso? Te he pedido permiso en todo momento – le recordó él.

—Ya. ¿Y qué? Que te dé mi consentimiento no significa que no resulte asqueroso – aclaró ella.

—Pero no me das tu consentimiento solo para darme gusto a mí, ¿verdad? Quiero decir que… tú también disfrutas con las cosas que propongo – preguntó él.

—Claro. Bueno, no sé – respondió ella.

— ¿Cómo que no sabes? El sexo hay que disfrutarlo de manera relajada – dijo él.

—A ver, pues que tú me puedes proponer un juego que, en principio, parece que me va a gustar y, a lo mejor, luego no es tan placentero como me esperaba – explicó ella.

— ¿Estás de coña, no? ¿Haces cosas sin disfrutarlas solo porque te lo sugiero? – preguntó Álex.

—Por supuesto que no. Me refiero a cuando me has propuesto lo del chocolate en la zona anal. Eso era un poco una guarrada, aunque me atreva a ello – confesó Nakia.

—En el sexo no existe nada guarro si ambas partes consienten. Es mi opinión. De hecho, la gente realiza otras prácticas mucho más escatológicas y parece que les gusta – explicó él.

—La gente ¿qué gente? ¿Tías con las que has estado o te refieres al porno? Te recuerdo que son actrices, a fin de cuentas – dijo ella.

—Me refiero a todas – se rio él.

Ante esos comentarios, una parte del cerebro de Nakia (no sabía si la izquierda o la derecha) prefería desconocer las aventuras amoroso-sexuales de Álex. La parte contraria, se moría por saber todos los detalles con pelos y señales.

—Venga. Mientras meto las sábanas en el bombo y pongo la lavadora ¿preparas las sábanas limpias? Tengo sueño. Estoy cansado – propuso él.

Durmieron abrazados. Un día más.

—Álex, a pesar de la conversación que hemos tenido, quiero que sepas que la experiencia me ha resultado muy excitante, muy erótica y muy explosiva – resumió Nakia.

—Imagínate si nos hubiéramos quedado en casa de estos tres – dijo Álex haciendo alusión a Eric, Adeline y Charlie.

Nakia le dio ligeramente con el pie en el tobillo, en señal de desaprobación. Sin embargo, su mente empezó a fantasear con Álex, Eric y Charlie. Adeline no tenía acceso en sus pensamientos erótico-románticos.

Relato inspirado en la canción Alegrías del incendio de Los Planetas.

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