19. Iguales y únicos
Aquel día Nakia se levantó guerrera. Oyó en las noticias de la radio que era ocho de marzo. Una fecha que le tocaba bastante los cojones por todos estos rollos de hombres y mujeres (y viceversa).
No
se consideraba ni feminista, ni antifeminista, ni machista. Simplemente, una
tía normal. Aunque hay que decir que, por su trabajo, participaba en proyectos
dirigidos al colectivo femenino. Muy distinto era toda esta movida feminazi que
desprecia al hombre para enaltecer a la mujer, dándoselas de sororidad y
empoderamiento.
Así
que Nakia abrió su Facebook y posteó en su perfil lo siguiente:
Me gustan mis amigos porque me han
ayudado en los estudios, me han acompañado a casa, me he emborrachado con
ellos, he dormido en tiendas de campaña y, si me apuras, hasta me he quedado en
bragas.
Quiero a mis amigos porque me han
hecho disfrutar grandes momentos de risa. Risas auténticas, espontáneas,
naturales. Sí, con chistes machistas, racistas, sexistas. Sin medida, sin
recortes, sin prudencia, sin “el qué dirán”. Porque somos amigos, de los de
verdad. Con quienes hablas sin tapujos, sin disimulo, sin rodeo, sin fingir,
sin protocolos, sin apariencias.
Me encantan mis amigos cuando, en una
fiesta, cena o evento me dicen: “¡qué guapa estás!”, “¡qué bien te sienta este
vestido!”, “¡me gustan tus pendientes!”, “¡te favorece esa sombra de ojos!” o
“¡cuánto me alegra verte!”. Yo me pongo contenta porque me suben la autoestima.
Sí, escribo todas estas frases con exclamaciones porque lo dicen con alegría
sincera. Y si no, pues no me dicen nada. Me gusta ser femenina, maquillarme,
estar guapa y agradar a los demás, así que me halaga cuando se dan cuenta de
estos detalles.
Amo a mis amigos porque nos hemos ido
de puentes a casas rurales, hemos convivido las veinticuatro horas, hemos
compartido las tareas cotidianas de la casa, hemos ido de senderismo por el
campo respirando naturaleza, hemos charlado en tertulias interminables al calor
de la chimenea debatiendo de cualquier tema, y hemos compartido ese momento
hasta las mil.
Valoro a mis amigos porque hemos pasado
el día en alguna casa o chalet que han puesto a disposición, nos hemos bañado
en la piscina, hemos cocinado migas en la barbacoa, hemos merendado y cenado.
Todo el día comiendo, bebiendo y riendo.
Estimo a mis amigos por compartir
despedidas de soltero, bodas, quedadas, cenas y/o comidas de Navidad,
cumpleaños, días festivos, cafés, tapas, cañas.
Creo en mis amigos porque me dicen la
verdad, me cuidan, me protegen, me miman, me demuestran autenticidad, me
respetan, me acompañan en los buenos y malos momentos, comparten sus
sentimientos y emociones conmigo.
Ahora, si te has sentido ofendida por
ensalzarlos, relee el post hasta aquí sustituyendo la palabra amigos por amigas
y léelo en femenino. Es mi suerte, que tengo colegas de los dos sexos. No me da
la gana de desdoblar el lenguaje porque no los diferencio. Tampoco me apetece
emplear el género “e”. No pienso decir “chiques” ni “amigues”. El problema de
entendimiento es tuyo. Ya te digo, si quieres, relee.
Si no permites que un amigo o amiga
invada tu espacio personal agarrándote de la cintura o rodeándote el cuello
mientras os reís a carcajada limpia, incluso llevando unas copas de más, sin
otra intención que descojonarte, tienes un problema.
Si no te has marcado un baile marchoso
con un amigo o una amiga en un pub o discoteca sin otra intención que
divertirte, tienes un problema.
Si no te has quedado en sujetador
delante de un amigo o una amiga dentro de una tienda de campaña, mientras te
cambias de ropa de mala manera y le has dicho ¡no mires!, tienes un problema.
Si no has jugado a “beso, verdad o
atrevimiento” con un amigo o una amiga, tienes un problema.
Si no eres capaz de compartir cama con
un amigo o una amiga sin tocaros, tienes un problema.
Si no haces las mismas cosas con tus
amigos que con tus amigas, y los diferencias, tienes un problema.
Y tu problema no es de machismo o
feminismo, es de seguridad y confianza con las personas que entablan contigo
una relación de amistad, laboral o humana.
Si te gusta un cantante o una cantante
solo porque está buenorro o buenorra y no por su música o por las letras de sus
canciones, tienes un problema.
Si te gusta un actor o una actriz solo
porque es guapo o guapa y no por cómo actúa e interpreta, tienes un problema.
Feminismo no es entrometerte en la
relación de pareja de tu jefe, follártelo y que te ponga un piso en Moratalaz
(como canta Sabina) a cambio de un puesto en la empresa. Empresa en la que tu
jefe actúa de macho alfa creyéndose el guaperas vigoroso chulo macarra semental
de la compañía (no, no se me han olvidado las comas), pensando que las
empleadas son sus princesitas. Porque el día que no esté macho alfa, tú y tu
puesto de trabajo os vais al garete. Eso toda la vida se ha llamado ser una
pelandrusca y, efectivamente, eres libre de serlo. Tan libre como yo de estar
en contra de este feminazismo que disfrazáis de feminismo. No deseo que mi
hijo, mi hermano o mi amigo topen con una listilla como tú. Te recuerdo que
también puede venir otra marisabidilla y robarte a tu macho, dejándote sin
curro, sin piso y sin tu hombre. Hay muchas sueltas por ahí.
Defendéis la Ley de Violencia de
Género y defendéis la igualdad. ¿Sabes cuáles fueron las condenas de Sergio
Morate? Veinticinco años por matar a su exnovia Marina y veintitrés años por
matar a Laura, la amiga. La vida de esta última vale menos. Ella fue asesinada
“de rebote”, que no hubiera estado allí, ¡joder! (léase con ironía) Claro, es
que para la condena de la exnovia se le suman los agravantes de parentesco (por
mantener una relación) y de género ¿qué género? Las dos eran dos mujeres. Ni la
propia ley tiene en sí misma un fundamento sólido. Esa ley solo mide la
relación del agresor con la víctima, pero no juzga hechos. ¡Ojo! Y solo si se
trata de una relación hetero. Discriminar aquí al colectivo LGBTI dice mucho de
la igualdad.
El Melillero será condenado por quemar
a su exnovia, pero le condenarán a menos pena por quemar a la amiga. Otra que
fue agredida “de rebote” y que sobraba en la escena. ¡Así que se aguante! (léase
de nuevo en tono irónico).
Vamos, que si un día te agrede alguien
con quien no hayas mantenido una relación sentimental ¡te jodes! Esa agresión
es de chichinabo. No duele igual.
Me dejo sin mencionar a muchos otros casos
mediáticos donde las feministas feminazis se han callado como putas (es una
expresión hecha, que os ofendéis por toooooodo, ¡coño!)
Ojalá a mis hijos nunca les pase nada,
venga de quien venga; de sus parejas hetero, de sus parejas homo o,
simplemente, de una persona loca que pasaba por ahí.
Cuando veamos al sexo contrario como a
uno más y le valoremos como ser humano, cuando comprendamos que todos somos,
simplemente, personas, entonces podremos hablar de igualdad. Iguales y únicos,
con manías e imperfecciones, ni mejores ni peores, con nuestro genio, perdidos
por la vida, necesitando del resto, con los mismos derechos y obligaciones.
Una última cosa. Cuando estoy de finde
con mi gente en una casita rural y Ruth o Iván me llaman “¡Guapísima!” no
considero que mi amigo sea un machista. Si, en esa misma casa, veo que Iván o
Ruth se han quedado dormido/a en el sofá en un profundo sueño, le arropo con
una mantita para que no se enfríe. Táchame de amable, educada y buena persona.
Si ese alguien dormido en el sofá se trata de mi marido, novio o pareja y le
arropo, táchame de lo mismo. No me califiques de sumisa, sometida, obediente,
dócil, manejable, subyugada y doblegada. No lo soy. Simplemente soy una persona
que ama, quiere y cuida a los suyos; amigos, amigas o marido. Yo lo decido. Mi
mente y mi alma limpias me lo permiten. Punto.
Nakia
releyó. Pulsó “Enter”.
—Publicado
– pensó al mismo tiempo que en su cara se dibujaba una sonrisa de satisfacción
por haber desahogado su opinión.
Entonces,
cerró la aplicación y el portátil. Y se fue a currar.
Relato inspirado en la canción Esta
soy yo de El sueño de Morfeo.
Comentarios
Publicar un comentario
Expón tu comentario u opinión de manera constructiva y respetuosa. Gracias de antemano.